Monte Saint-Michel, Francia | AFP.- Dormido durante dos meses, el monte Saint-Michel despierta lentamente: el día después del desconfinamiento, los visitantes son pocos y no pueden acceder a la abadía, la joya del peñón que podría reabrir "durante junio".
Bajo un sol radiante templado por un leve viento del noreste, William Froux y sus niñas, de tres y cinco años, portando mascarillas, se aprestan a tomar el transbordador que los llevará al monte que, majestuoso se eleva a pocos centenares de metros.
"Somos locales, venimos aquí regularmente puesto que es el único punto donde tenemos acceso al mar, ya que las playas continúan clausuradas", explica Froux.
Antes de subir, se les ofrece gel hidroalcohólico al igual que a los otros dos únicos pasajeros.
"Contamos con condiciones sanitarias óptimas", explica Fabrice Fossey, director del sindicato Mont. "Habitualmente, los transbordadores transportan hasta 85/90 personas. Pero, hemos inhabilitado muchos asientos y llevamos a un máximo de 18 personas".
En el monte se han señalizado un camino de entrada y otro de salida. Las barreras metálicas y las cintas rojas y blancas perturban el encanto de la callejuela principal, rodeada por antiguas casas de piedra.
Algo inesperado espera a los visitantes: "llegamos a las 09h00 y teníamos el monte sólo para nosotros (...) Fue maravilloso apreciarlo sin multitudes. Nunca lo había visto así", señala Claudie Jambon, acompañada por una amiga septuagenaria, como ella.
- 'Maravilla del Oeste' -
Pero, la falta de público que deleita a los visitantes no es lo ideal para los comerciantes, pocos de los cuales han abierto. "Han venido tres clientes desde la mañana", comenta Nathalie Thomas, al mediodía en una tienda de ropa. La víspera no había entrado nadie.
"Con la regla de los 100 km, llega gente local que aprovecha ahora porque no hay multitudes. Pero los turistas de otras regiones e internacionales no pueden venir", destaca un comerciante, cuya tienda, "de la familia desde hace seis generaciones, abre los 365 días del año".
Deambulando, al ritmo la campana de la iglesia parroquial y el canto de los pájaros, pueden verse grandes salas vacías con vistas panorámicas sobre la bahía. Las sillas, casi siempre repletas, están apoyadas sobre las mesas como tras cada jornada después del barrido final. Los hoteles también tienen sus puertas cerradas.
Lo más destacado de la visita al monte Saint-Michel, la abadía, propiedad del Estado, clasificada monumento histórico desde hace casi 150 años, permanece cerrada.
"Esperamos poder reabrir durante junio. Pero eso dependerá de las decisiones del gobierno", explica a la AFP por teléfono Thomas Velter, director del organisno encargado de administrar el monte Saint-Michel.
Cada año, unos 2,5 millones de visitantes llegan a la 'Maravilla del Oeste' que, tras París, "es el lugar más visitado de Francia", añade.
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