Kamala Harris está a punto de lograr lo que sería un sueño por partida doble para los demócratas: convertirse en la primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos, si su partido derrota al mandatario Donald Trump en las elecciones del 3 de noviembre.
Harris llega a los comicios con el dinamismo de haber sido la primera mujer negra en ser elegida fiscal general en California y como la primera mujer de ascendencia del sur de Asia en el Senado.
Pero si gana la vicepresidencia -un cargo que la pone en primera línea para ocupar la presidencia si algo le ocurre a Joe Biden-Harris estaría rompiendo la barrera más significativa de su carrera.
Dado que se espera que Biden, de 77 años, sólo cumpla un mandato si es elegido, Harris estaría en una posición privilegiada para ganar la nominación a la presidencia cuatro años después.
"Mi madre me crió para ver lo que podría ser, sin el peso del pasado", contó Harris, de 56 años, en Twitter.
Desde que fue elegida como la compañera de fórmula de Biden en agosto, ha atacado a Trump por su caótica gestión de la crisis de la pandemia del covid-19, pero también por temas como el racismo, el curso de la economía y su agresiva política migratoria.
Los dos padres de Harris son inmigrantes. Su padre llegó a Estados Unidos desde Jamaica y su madre desde India y sus vidas quedaron marcadas por la narrativa del "sueño estadounidense".
Harris nació el 20 de octubre de 1964 en Oakland, California, que entonces era un foco de activismo por los derechos civiles y en contra de la guerra.
Se graduó en la Universidad de Howard, en Washington, un ícono de la cultura negra en Estados Unidos, y ese fue el comienzo de una carrera fulgurante como fiscal, que la llevó a ser elegida dos veces como fiscal de distrito en San Francisco y luego fiscal general de California en 2010.
Pero su discurso de que fue una "fiscal progresista" ha sido cuestionado por críticos que señalan que peleó por mantener condenas injustas y se opuso a reformas en California, como una ley que instaba al fiscal general a investigar los tiroteos en los que estuviera involucrada la policía.
"Cada vez que los progresistas le pedían que apoyara una reforma del sistema penal como fiscal de distrito y después como fiscal del estado, Harris se opuso o guardó silencio", indicó en el diario The New York Times la académica Lara Bazelon.
Pero su trabajo fue clave para reunir una base y tener resonancia para lanzar una candidatura exitosa para llegar al Senado en la campaña de 2016, convirtiéndose en la segunda mujer negra en ser elegida para la Cámara Alta.
Su gestión como fiscal general le permitió acercarse a Beau Biden, el hijo fallecido del exvicepresidente, que tenía el mismo cargo que ella en Delaware.
"Yo sé cuanto Beau respetaba a Kamala y su trabajo, y, para ser honesto con ustedes, eso pesó en mi decisión (de elegirla)", indicó Biden durante su primera comparecencia con Harris como compañeros de fórmula.
Harris exuda carisma y puede pasar rápidamente de su cálida sonrisa al estilo inquisidor de fiscal que la hizo famosa.
Los extractos de sus cuestionamientos al entonces fiscal general Jeff Sessions en 2017 durante una audiencia en el Senado sobre Rusia se hicieron virales.
"No me puede apurar más, no así de rápido. Esto me pone nervioso", contestó exasperado en un momento Sessions.
Harris también chocó con Biden durante el primer debate entre precandidatos demócratas por la oposición del entonces senador a un programa de la década de 1970 de incorporar a niños de minorías a escuelas mayoritariamente blancas para luchar contra la segregación.
"Había un niña en California que era parte de la segunda clase en ser integrada en una escuela pública y era llevada en el bus a esa escuela cada día", dijo en referencia al transporte de los niños a los barrios de las escuelas blancas. "Y esa niña era yo", agregó.
Ese encontronazo no le impidió a Biden elegirla, lo que ha aportado energía a una campaña coreografiada al milímetro, con muy poca exposición del candidato.
Durante su único debate contra el vicepresidente Mike Pence, Harris levantó su mano mientras él trataba de interrumpirla.
"Señor vicepresidente, estoy hablando, soy yo la que está hablando", le espetó a Pence, logrando silenciarlo.
Pocas horas después, la frase estaba impresa en camisetas que se vendían online.