Santiago, Chile | AFP.- Tienen menos de 30 años y son protagonistas del estallido social que vive Chile, aunque a diferencia de sus padres y abuelos, que vivieron la cruenta dictadura de Augusto Pinochet, no le temen a los militares y desafían el toque de queda.
"Tres, dos, uno...", la cuenta regresiva coreada por miles de jóvenes que permanecieron sentados y haciendo sonar cacerolas sobre la avenida Apoquindo -un lugar poco frecuente de manifestaciones callejeras en el oriente de Santiago- después de que comenzó a regir el toque de queda por tercer día consecutivo en Chile.
El mismo escenario se repitió en la Plaza Ñuñoa, un barrio de clase media de Santiago, que escogen mayoritariamente para vivir profesionales jóvenes, donde transcurridos varios minutos del toque de queda cientos seguían manifestándose.
Las protestas estallaron con fuerza el viernes en Chile tras la convocatoria por estudiantes de nivel secundario a evadir el pago del pasaje del metro, en rechazo al alza de sus tarifas.
Pero la manifestación fue creciendo como reflejo de un malestar social acumulado por años ante viejas iniquidades sociales, haciendo estallar feroces protestas, saqueos y actos de delincuencia.
El gobierno decretó el estado de emergencia y un toque de queda, medidas habituales durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), para aplacar las manifestaciones. Pero quienes no crecieron en ese régimen -que dejó más de 3.200 muertos y desaparecidos- no le temen a las restricciones horarias.
- Sin miedo ni historia -
Nacida en 1988, el año en que Pinochet perdió un plebiscito por el cual buscaba perpetuarse en el poder, Cecilia desafío el domingo la medida. "Yo me quedé hasta mucho más allá de la hora que había que estar en las calles y con un ánimo de mucho disgusto, porque te obligan a irte a la casa cuando uno no está de acuerdo con eso", relata a la AFP.
No es el caso de sus padres: "Están asustados, esto los teletransporta directamente a lo que fue la época de la dictadura".
Durante la primera jornada de toque de queda fueron detenidas 244 personas por no respetar el toque de queda. Y 163 en la noche del domingo y la madrugada del lunes, según cifras del Ministerio del Interior.
El barrio Ñuñoa se ha convertido en uno de los bastiones de la protesta pacífica. El domingo, unas 5.000 personas llenaron la plaza principal con música, cantos y consignas que se escucharon hasta pasadas las 22H00 horas. El lunes la protesta continuó.
De distintas formas, estos jóvenes piden que se detengan los abusos en un país asfixiado por las desigualdades, en donde la mitad de los trabajadores recibe un sueldo igual o inferior a los 400.000 pesos al mes (562 dólares al cambio del día), un poco más alto que el salario mínimo (301.000 pesos).
- Pelear por venir acá -
"Es la primera vez que salgo de mi casa desde el viernes, a mis papás les da mucho miedo. No me querían dejar salir y tuve que pelear por venir acá", cuenta Valentina, de 17 años. A su lado, Javiera, de 19, asiente.
"Mis amigos no lo ven tan serio como las otras generaciones. No es que no le tomen el peso, no es que no le tengan miedo a los militares, o que no crean que les puede pasar algo, pero van a hacer resistencia de todas formas", dice.
Lucas, de 19 años, y quien se movilizaba en bicicleta desde Plaza Ñuñoa a Plaza Italia, otro centro de las manifestaciones, asegura que sus padres tienen "un trauma", pero cree que su situación es distinta.
"No creo que ahora pase lo que pasó en dictadura. Es un tema del pueblo contra el gobierno, no es izquierda contra derecha", sostiene.
A diferencia de sus padres, estos manifestantes cuentan ahora con un escudo que los hace sentirse más protegidos: las redes sociales y los teléfonos inteligentes, con los que pueden registrar escenas de represión, convocar a sus pares o contar en tiempo real cómo se vive esta convulsión social.
"Hoy en día todos tienen un celular en la mano, fotos y mucho material audiovisual, eso hace que la gente no tenga mucho miedo. Pero por otro lado es un deber también registrar y compartir. Porque hay mucha información que no llega a los medios. Esta es una herramienta que no existía en la dictadura", asegura Cecilia.
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