/ miércoles 29 de diciembre de 2021

Jóvenes cubanos se refugian en la religión Abakúa en difícil año de pandemia

Las dificultades económicas y la pandemia del covid-19 empujaron a muchos jóvenes cubanos a refugiarse en la religión

De rodillas, con los ojos vendados, cinco jóvenes escuchan bendiciones en yoruba, una lengua traída por esclavos africanos hace más de cuatro siglos, mientras juran ser valientes, buenos padres, hijos y amigos, respetuosos e íntegros: son los nuevos abakúas, un culto cubano único en América Latina.

Las dificultades económicas y la pandemia del covid-19 empujaron a muchos jóvenes cubanos a refugiarse en la religión, incluido este culto que nació como hermandad de protección entre esclavos carabalíes que trabajaban como estibadores en el puerto de La Habana hace casi 200 años.

"Con este problema de la pandemia se ha crecido mucho, hemos tenido mucha fe", dice a la AFP Juan Ruiz Oña o Yamba, la segunda autoridad del templo, identificado por los abakúas como Efi Barondi Cama.

La íntima ceremonia, a la que solo tienen acceso los abakúas y sus invitados, se realiza en el Barrio Simpson, caracterizado por la presencia de varios de sus templos y ubicado en la occidental ciudad de Matanzas.

Con un gallo en la mano, El Ireme o "diablito" es el encargado de limpiar a los iniciados.

Este abakúa vestido con un imponente atuendo de diablo pasa el ave por el cuerpo de los arrodillados para eliminar lo malo, antes de que ingresen al cuarto sagrado donde se realiza la ceremonia secreta de juramento.

El "diablito", que baila estimulado por los cantos y ritmos de tambores sagrados, representa la presencia de los antepasados.

- "Contribuir con nuestros hermanos" -

Se calcula que en Cuba existen unas 130 potencias, juegos o plantes, nombre indistinto de estas agrupaciones integradas solo por hombres heterosexuales, que con el tiempo perdieron su carácter secreto, pero no sus rígidas reglas y principios, entre ellos la protección al "ecobio", su hermano de fe.

Junto con la Santería Cubana o Regla de Ocha y el Palomonte o Regla Conga, el culto Abakuá es una de las principales religiones de origen africano que mantienen fuerza en la isla, pero a diferencia de las otras dos, es exclusiva de Cuba.

"En esta pandemia, que han pasado varios años ya, hemos tratado de contribuir con nuestros hermanos, pues algunos han fallecido, otros que han estado enfermos, otros que hemos visitado y ayudado", explica Ruiz.


Como muchos cubanos, los abakúas también han emigrado y mandan desde el exterior ayuda a sus ecobios necesitados.

"Somos una institución constructiva, contribuimos con nuestra revolución y con nuestros jóvenes", añade Ruiz fijando su postura afín al proceso político en Cuba.

El gobierno socialista cubano se consideró ateo hasta 1990, pero cuando desapareció el bloque soviético se convirtió en Estado laico.

Los sociólogos calculan que el 85% de los 11,2 millones de cubanos practican alguna religión, muchas veces cultos que sincretizan las creencias africanas con las cristianas.

Con el mismo espíritu de hace 200 años, se trata de "ayudar a cada hombre, cada niño, cada persona mayor. Tenemos una cotización (dinero) y mediante ella nos ayudamos mutuamente", dice Ruiz, mientras los tambores sagrados batá imponen su ritmo cadencioso.

De rodillas, con los ojos vendados, cinco jóvenes escuchan bendiciones en yoruba, una lengua traída por esclavos africanos hace más de cuatro siglos, mientras juran ser valientes, buenos padres, hijos y amigos, respetuosos e íntegros: son los nuevos abakúas, un culto cubano único en América Latina.

Las dificultades económicas y la pandemia del covid-19 empujaron a muchos jóvenes cubanos a refugiarse en la religión, incluido este culto que nació como hermandad de protección entre esclavos carabalíes que trabajaban como estibadores en el puerto de La Habana hace casi 200 años.

"Con este problema de la pandemia se ha crecido mucho, hemos tenido mucha fe", dice a la AFP Juan Ruiz Oña o Yamba, la segunda autoridad del templo, identificado por los abakúas como Efi Barondi Cama.

La íntima ceremonia, a la que solo tienen acceso los abakúas y sus invitados, se realiza en el Barrio Simpson, caracterizado por la presencia de varios de sus templos y ubicado en la occidental ciudad de Matanzas.

Con un gallo en la mano, El Ireme o "diablito" es el encargado de limpiar a los iniciados.

Este abakúa vestido con un imponente atuendo de diablo pasa el ave por el cuerpo de los arrodillados para eliminar lo malo, antes de que ingresen al cuarto sagrado donde se realiza la ceremonia secreta de juramento.

El "diablito", que baila estimulado por los cantos y ritmos de tambores sagrados, representa la presencia de los antepasados.

- "Contribuir con nuestros hermanos" -

Se calcula que en Cuba existen unas 130 potencias, juegos o plantes, nombre indistinto de estas agrupaciones integradas solo por hombres heterosexuales, que con el tiempo perdieron su carácter secreto, pero no sus rígidas reglas y principios, entre ellos la protección al "ecobio", su hermano de fe.

Junto con la Santería Cubana o Regla de Ocha y el Palomonte o Regla Conga, el culto Abakuá es una de las principales religiones de origen africano que mantienen fuerza en la isla, pero a diferencia de las otras dos, es exclusiva de Cuba.

"En esta pandemia, que han pasado varios años ya, hemos tratado de contribuir con nuestros hermanos, pues algunos han fallecido, otros que han estado enfermos, otros que hemos visitado y ayudado", explica Ruiz.


Como muchos cubanos, los abakúas también han emigrado y mandan desde el exterior ayuda a sus ecobios necesitados.

"Somos una institución constructiva, contribuimos con nuestra revolución y con nuestros jóvenes", añade Ruiz fijando su postura afín al proceso político en Cuba.

El gobierno socialista cubano se consideró ateo hasta 1990, pero cuando desapareció el bloque soviético se convirtió en Estado laico.

Los sociólogos calculan que el 85% de los 11,2 millones de cubanos practican alguna religión, muchas veces cultos que sincretizan las creencias africanas con las cristianas.

Con el mismo espíritu de hace 200 años, se trata de "ayudar a cada hombre, cada niño, cada persona mayor. Tenemos una cotización (dinero) y mediante ella nos ayudamos mutuamente", dice Ruiz, mientras los tambores sagrados batá imponen su ritmo cadencioso.

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