Cuando el calendario formaliza la fiesta, en las comunidades de San Juan del Río emergen unos personajes cuya existencia data desde hace décadas. Llegada la fecha, decenas de seres deciden terminar con su letargo para caminar por las calles de sus pueblos. De rostros diversos, arropados con prendas de mil colores y formas, los shitases se mantienen en pie para continuar con una tradición que se niega a morir.
Los shitases son un elemento de la cultura popular de las comunidades sanjuanenses. Se trata de personas que deciden cambiar de piel y de cara. Transmutan en seres fantásticos, irreales y en ocasiones en imitaciones de la misma realidad. De acuerdo con relatos, son los encargados de animar las fiestas patronales con su actuar, bailes y prendas multicolores.
Para don Federico Victoriano Cortés, quien durante muchos años cargó con el manto de shita, las motivaciones de quienes adoptan este papel hoy en día han cambiado. Antes, relata, el convertirse en shita se apegaba a un carácter religioso. Una promesa que se le hacía al santo patrono para demostrar la fe que se le tiene.
Hoy, prosigue, las nuevas generaciones dejaron a un lado esa fe religiosa para ensalzar los excesos, como el consumo inmoderado de alcohol y otras sustancias que en ocasiones desencadenan pleitos, batallas campales que rompen con la parsimonia de la fiesta patronal respectiva.
“Nosotros lo hacíamos más que nada como una promesa para el santo que estamos festejando y venerando y ellos no. A lo que he visto es echar puro relajo, a veces hasta agarrándose hasta trancazos y pues eso no va”, expone.
La tesis de don Federico es apoyada por David y Jorge, un par de jóvenes que han dejado colgados los rostros monstruosos que traían encima para tomar un respiro. Ambos permanecen a unos cuentos metros del tumulto que baila al ritmo de la banda de viento. Cuentan que son originarios de San Pedro Ahuacatlán, una comunidad de 498 años.
Ataviados en sus trajes, dicen que las nuevas generaciones ven el papel del shita como una moda, como un mero pretexto para andar con una cerveza en mano y bailar al compás de la tambora. Reconocen que ya no existe devoción en esto, pues muchos prefieren andar en la calle echando relajo que meterse a la iglesia.
“Ahorita, los chavos de ahora lo agarran más como moda, ya no lo ven como una tradición, ya lo agarran como puro desmadre, traen una cerveza en mano y ya les vale gorro todo. Antes sí tomabas, te divertías, estaba esa parte de la devoción, ahorita ya no. Ahora es muy diferente”, afirma Jorge.
David sostiene que para el ser shita es una forma de dar diversión a las personas que se congregan en los días de feria. Menciona que la shitaseada es una tradición que se trasmite de generación en generación, una costumbre que ya está arraigada en cada uno de los pueblos de este municipio.
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En San Pedro Ahuacatlán se ha conformado el comité SanPeLokos, quien es el encargado de mantener el orden entre los shitases durante la fiesta. Los organizadores vigilan que el consumo de cerveza no sea en exceso y alguno que otro grita que no se avienten porque también hay niños en el borlote.
La banda sigue sonando, los cohetes hacen eco en el cielo y las decenas de shitases reunidos en las fiestas en honor a San Pedro levantan polvo en su baile. Entre la multitud se observan seres surreales. Algunos se levantan apenas la máscara para darle un trago a la caguama, otros se pasan una tapa de bolígrafo rodeada por un humo blanquecino, se la llevan a la boca y fuman. La fiesta sigue y sigue.