Para la cena de Año Nuevo un delicioso menú muy tradicional en el semidesierto queretano que nos rememora a lo que acostumbraban disfrutar nuestros ancestros en estas fechas decembrinas, comida muy nuestra y que nada tiene que ver con platillos propios de otras culturas, como el bacalao y el pavo relleno.
María de los Ángeles Esperanza Pérez, originaria de la comunidad indígena de Villa Progresos municipio de Ezequiel Montes, quien heredó desde su bisabuela el gusto por la cocina ñahñu, donde destacan los ingredientes de recolección en la misma región.
Esperancita nos compartió el menú que disfrutaban en la antigüedad las familias del semidesierto, platillos tradicionales que degustaban en las fiestas: pozole con maíz de nixtamal, frijoles, manitas de cerdo en chile colorado acompañado con tortillitas a mano y tostadas de arriero hechas con maíz martajado cocidas lentamente a las brazas, de bebida un delicioso atole de capilla elaborado con agua, harina de trigo, chocolate, piloncillo, canela y anís, y para quienes gustan de una bebida más fuerte, una prodigiosa con té de hojas de limón, naranja o lima, y de postre, acitrón, calabaza o xoconostle en almíbar, o bien, una gelatina de garambullo con queso.
“Ponemos el maíz a hervir para poderlo lavar, que quede bien blanquito, que no tenga pellejito y se pone a hervir con los frijolitos, se cosen en partes separadas, pero desde un día antes porque son muy duritos tienen que estar cocidos para el otro día, al otro día solo se hace el chilito, se revuelve todo y luego el atole”.
Todos estos platillos servidos en cazuelitas de barro o como les decían nuestras abuelas, en unas piribanes hechas por artesanos de Boxasní, Cadereyta.