Las primeras ampollas obligan a que las peregrinas se recuesten en el pasto. La superficie se encuentra húmeda, pero eso no importa a los cuerpos que requieren un momento para recuperarse de los aproximadamente 90 kilómetros que debieron recorrer desde el Santuario de La Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe, en la capital queretana, hasta Arroyo Zarco, en el Estado de México.
De a poco se van incorporando, ante la dinámica implementada por Javier Martínez Osornio, vicario episcopal de la Diócesis de Querétaro, quien al oficiar la santa misa en el campo “Gasera Élite”, las obliga a responder a cada una de sus reflexiones sobre la fe y la santidad.
Entre broma y broma despierta a las integrantes de la grey, que van olvidando el cansancio corpóreo para integrarse a ese alegre análisis religioso al que son invitadas.
La tarde refresca y, al concluir la Santa Misa, el padre Gustavo Licón Suárez, Presidente de la Comisión Diocesana para la Pastoral de la Comunicación, toma el micrófono para cantar y motivar a las, antes exhaustas hermanas, a corear y danzar, tanto con coplas religiosas, como con aquellas destinadas sólo a erradicar de ellas cualquier síntoma de agotamiento, como aquella que con ritmo guapachoso coreaba: “bailaba, bailaba, pero su esposa se molestaba porque bailaba, bailaba”.
Esos brincos y bailes obliga a reflexionar que dentro de poco las hermanas que partieron de la capital queretana se reunirán con las que hicieron lo propio de Neblinas, en la zona serrana y que, a fuerza de orar y andar, llevan 300 kilómetros recorridos, con una fe inquebrantable, pues se encuentra apoyada en el amor a la Virgen María.