En San Ildefonso y Santiago Mexquititlán, comunidades delmunicipio de Amealco de Bonfil, todos los días nacen muñecas detrapo ataviadas con vestidos confeccionados a base de telas e hilosde colores, que elaboran mujeres de la etnia otomí; artesanía quese convirtió en un símbolo que representa su cultura y generaidentidad.
En las zonas más alejadas de la cabecera municipal, seencuentran dichas comunidades, donde la mayoría de las mujeresconocen la elaboración de estas muñecas artesanales quetrascienden fronteras, ya que no sólo se encuentran en diversosestados de México, también en otros países, donde son sumamentevaloradas.
La historia de la creación de estas muñecas se sitúa añosindeterminados atrás, cuando las madres otomís las elaborabancompletamente a mano como un juguete para sus hijas, juguete quesimula a una mujer con vestimenta originaria de este puebloindígena.
Alrededor de 43 años atrás, la muñeca se convirtió en unjuguete tradicional mexicano que las familias indígenascomercializan en las calles de las ciudades, aunque hubo una épocaen la que era más valorada por el turismo, que por la gente local,por lo que de forma paulatina se convirtió en un distintivo, nosólo de Amealco de Bonfil, sino del pueblo mexicano.
Al principio del nuevo milenio, las ventas de esta artesaníadecayeron, según explica Josefina Pascual Cayetano, originaria deSan Idelfonso, quien desde 2005 elabora la muñeca de una formadistinta, ya que recibió apoyo gubernamental para perfeccionarla,para lo cual formó un grupo llamado “Dongu”, que significacasa vieja o antigua.
“Hubo un tiempo que ya no se vendían al precio que valen, alo mejor porque no eran bien hechas o no sé, pero después nosvisitaron instituciones, Culturas Populares o CDI, nos preguntaronqué sabíamos hacer, dijimos que sabíamos bordar, hacer muñecas,pero para qué las hacíamos si ya no se vende. Nos apoyaron encapacitación, acabado del producto para que tuviera una mejorcalidad y venderlo a otro precio”.
Con apoyo gubernamental la forma de producir las muñecas setransformó, pues ahora utilizan máquinas de coser, y hay unalínea de producción, es decir, se elabora en partes e intervienenvarias personas, lo que ayudó a disminuir el tiempo deelaboración, y se mejoró la calidad.
Al principio hubo resistencia a esta propuesta, debido a que lastelas que se les proporcionaron eran de tonos que consideraban“feos”, ya que no brillaban, eran colores mates y dudaban quese vendieran “esas muñecas tan feas”, dijo, pero lamotivación vino después de una exposición de artesanías en laCiudad de México.
“Fue ahí donde empezamos a vender. La primera vez me tocó iry a mí me daba mucha pena decir el precio de la muñeca, perocuando le dije cuesta 190 y dijo ‘ah qué barato y tan bonita queestá’, eso fue mi motivación para seguir trabajando, desdeentonces no paramos”.
A pesar del cambio en la producción, las muñecas mantienen suvalor artesanal, dado que cada pieza es única, aunado a que en laactualidad producen modelos distintos a los dos originales, que sonel que representa a la mujer con vestimenta característica deSantiago Mexquititlán y la de San Ildefonso.
Ahora es común ver muñequitas con imagen de Frida Kahlo,rubias, pelirrojas, morenas, con hijos en brazos, e incluso durantela pasada festividad de Día de Muertos hubo un taller que elaborócatrinas, pero todas se hacen sin perder la esencia del aspecto dela mujer otomí.
“Le llamamos la muñeca tradicional otomí, es la querepresenta a la mujer indígena otomí. Las mujeres así sedecoraban antes, me acuerdo que mi mamá se ponía los listones ounos cordones de color y sus trenzas”, recordó Josefina, quienpuntualizó que el nombre de las muñecas no es María o Panchita,como se le conoce popularmente.
Manifestó que muchas de estas nuevas creaciones vienen de ideasque la gente les da, fue así como se confeccionó un varón convestimenta tradicional, que hace juego con las muñecas.
Con semblante afable, Josefina siguió hablando, con orgullo, delos logros que empezaron a tener, ya que este impulso que se dio ala muñeca artesanal ayudó para difundir su origen, pues aunque sevende en gran parte del territorio nacional, es en Amealco, dondesurge.
“Nos ha ido muy bien, se venden las muñecas, ya no nosregatean como antes, han dado mucha publicidad, y la gente se dacuenta de dónde es la raíz, y ya decimos que San Ildefonso ySantiago, son las dos comunidades, donde hablamos el otomí yseguimos conservando nuestra vestimenta”.
Otro ejemplo de éxito es Dominga Gutiérrez Flores, quienhabita en la comunidad de Santiago Mexquititlán en el BarrioTercero, sitio donde estableció su taller de costura llamado“Kapen”, ahí fueron creadas tres muñecas con las que obtuvopremios en el Concurso Nacional de la Muñeca Artesanal que selleva a cabo en Amealco desde hace cinco años.
Dominga es una mujer creativa a quien le gusta ofrecer modelosdiferentes, de ahí que cada año confeccione muñecas distintas,no sólo para participar en el concurso, sino para ofrecer variedady mostrar la cultura otomí.
“Tengo que ingeniar, imaginar qué va a representar, de quéedad, la diseño y la meto a concursar, tengo una aquí –en eltaller- y las demás las tengo en el Museo –de la Muñeca-, la deeste año no la puedo enseñar, pero ya la tengo lista”.
Desde marzo inició la confección del modelo con el queconcursará este 17 de noviembre, y aunque no quiso adelantar nadasobre el diseño, dijo que será muy distinto del que presentó enaños anteriores, lo que significa un reto, ya que cada vez aumentala exigencia de crear una mejor muñeca.
“Con la primera quería asegurarme que estaba bien lo queestaba haciendo y por eso me metí al concurso, y me llevé elprimer lugar. El siguiente año no gané, el tercer año empecéotra vez”.
Cada muñeca que diseña tiene personalidad propia, ya quepiensa desde cuál será su edad, el tipo de vestimenta que lehará según la actividad que realice y puede ir acompañada, porlo regular de un niño. Aunque, la mayor cantidad de muñecas queelaboran en su taller, es la tradicional con listones en lacabeza.
“Tengo con traje de Santiago, tengo niñas que representan laedad de dos a tres años, niños de meses, un señor, una muñecadoble que representa la mujer indígena y mestiza al mismotiempo”.
Explicó que en su taller se pueden elaborar hasta dos milmuñecas de las tradicionales en un mes, las cuales son máseconómicas, pero existe un modelo distinto y más detallado en elque resalta el bordado, la cual es el diseño más laborioso.
El taller funciona como una microempresa, ya que hay cincomujeres que trabajan de forma permanente, pero 40 familias queapoyan con el proceso de elaboración, razón por la que inclusosurte pedidos de mayoreo. Tienen un punto de venta en el centro deAmealco, y salen a otros estados o municipios cuando son invitadasa eventos en los que comercializan su producto.
“He ido a Cancún, Veracruz, Oaxaca, Acapulco, Tlaxcala,Ixtapan de la Sal, en Morelia, Durango, Aguascalientes,Guadalajara, Mexicali, Tijuana, también he ido a participar enconcursos a México”.
Son 11 grupos que de manera formal llevan a cabo este trabajocon apoyo gubernamental, todos cuentan con un punto de venta en elcentro de Amealco, donde comercializan la muñeca y productos,como: bolsas, cosmetiqueras, servilletas, trajes típicos, cojines,blusas, entre otras cosas. Esta evolución requirió de formalizarcada grupo, razón por la que fue necesario darse de alta ante laSecretaría de Hacienda, cuentan con una marca registrada y existela posibilidad de crecer y exportar.
“Fonart nos ha asesorado para exportar, de aquí a unos cuatroaños podríamos exportar. Estamos viendo qué cantidad, tenemosque tener capacidad de producir una cantidad grande y cuandoestemos bien preparadas, ahora sí”.
Ambas coincidieron en señalar que cuentan con más trabajodesde que aceptaron el nuevo sistema de producción, así como conun espacio digno y existe más confianza de la población hacia losproductos que ofrecen, aunado a que al no vender en la calle,corren menos riesgos.
“Ya no queremos correr el riesgo de que vienen los inspectoresy nos quitan las cosas, y tanto trabajo que cuesta para hacerlas,por eso sólo vamos cuando nos invitan”, comentó Josefina.
“En la calle nos veían como tianguistas, estábamos en laintemperie, con lluvia, con lo que fuera ahí estábamos, nuestrosproductos se echaban a perder: el sol se come los colores; el airelos maltrata y llena de polvo; estábamos muy mal afuera”, dijoDominga.
Ambas son sólo un ejemplo de perseverancia y disciplina, que asu vez están representadas en la imagen de la muñeca tradicionalotomí que, con su colorido y detalle en la confección, muestra lacapacidad de las mujeres indígenas amealcenses, quienes saltan ala vida empresarial sin olvidar sus raíces.