¡Feliz Navidad!, suelen decir las personas en esta época del año, ¡Buen 2024!, se escucha por aquí y por allá, pero esos buenos deseos no son para todos y no tienen el mismo significado; en una urbe donde el correrío por las compras navideñas, los abrigos y bufandas se ven por las calles, hay un sector, no pequeño, pero sí invisible, uno que es un adorno incómodo para muchos, pero que tras irlos ir y venir se hacen costumbre… Ellos son los indigentes, quienes viven otra Navidad, una amarga, triste y desdichada nochebuena, pero, ¿Qué los llevó a tratar de sobrevivir en las calles?, muchas veces ni siquiera ellos mismos lo recuerdan; otros están acostumbrados pues desde niños su hogar siempre fue el asfalto, a donde Santa Claus ni los Reyes Magos, jamás los visitaron.
José dice venir de Iztapalapa, menciona que hace 3 años se vino con unos amigos a buscar trabajo de albañil a Querétaro pero después de un tiempo ellos partieron a tratar de buscar el sueño americano y él decidió quedarse, “el trago me atrapó, después supe que mi esposa se fue con mis hijos y me tiré más al vicio, vendí la poquita herramienta que tenía y me comencé a quedar en la calle (…) Yo ya no tengo a nadie y nadie me tiene a mi, me da lo mismo”, refirió el hombre que no pasa de 50 años y se dedica a lavar carros en las inmediaciones del Mercado de la Cruz, ¿su domicilio? donde le agarre la noche, “a veces me voy con un amigo a su casa por “Mártires”, -refiriéndose a la calle de Mártires de Tacubaya en la colonia La Trinidad-, otras veces en el puente de Bernardo Quintana o por aquí mismo.
Las historias son muchas, la compasión de la ciudadanía es poca y prefieren “rescatar un animalito” que apoyar a quien ha caído en desgracia, “ellos se buscaron su propia suerte, pueden trabajar, son “rateros” y no les gusta el trabajo, ni las reglas”, suelen comentar los ciudadanos, que sin mayor compasión por el prójimo pasan indiferentes, como si fueran bolsas de basura en la calle.
Para las autoridades quienes se encuentran en situación de calle son ya un problema social, la gran mayoría están enfermos, no tienen familia y los que sí la tienen, sus familiares no desean saber nada de ellos y ellas, porque también hay mujeres en esta situación y que para ellas aún es más complicado estar “viviendo” de esta manera. El gobierno implementa albergues, pero muchos por sus vicios y condiciones mentales no pueden acudir y por lo menos en Querétaro no hay clínicas especializadas para este tipo de personas, por lo que no hay un seguimiento ni médico ni de rehabilitación.
Las mujeres que se encuentran en estas condiciones son blanco perfecto para todo tipo de abusos y vejaciones. No tienen por ejemplo una menstruación digna, pues si muchas no tienen ni una casa donde dormir, menos tienen un baño y toallas sanitarias para cambiarse. Su aseo personal es nulo y las infecciones de todo tipo es algo con lo que tienen que vivir. Muchas quedan embarazadas, algunas por “amor”, otras tras sufrir una violación en la que ni siquiera saben que han sido victimas de un delito, otras tantas fue a cambio de un trago o un “churro de mota”, el punto es que un niño más vendrá a seguir con esa cadena… una cadena injusta que pareciera que nadie la puede cortar.
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Vivir en la calle y ser alguien más de las estadísticas es tal vez una de las condiciones más inhumanas que puede llegar a vivir cualquier ser humano, que por decisión propia o por circunstancias de la vida cayó en ese fondo y ojalá pudiera tener un bello milagro de Navidad.