Con canciones, dibujos y una sonrisa es como la maestra de preescolar Sara Soriano Fernández enseña a los niños la lengua materna.
Todos los días, desde hace más de 30 años, la maestra prepara sus clases, traduce algunos cantos y llega frente a sus alumnos para enseñarles palabras que para algunos son nuevas, pero a otros que practican el Hñähñu en casa, no tanto.
Todos sonríen y aplauden mientras cantan los días de la semana en español y en Hñähñu, una variante del otomí que se encuentra aún viva en la comunidad de Santiago Mexquititlán, en Amealco.
La maestra Sara reconoce que su labor como maestra es tratar de enseñar lo más que se pueda la lengua indígena, un idioma que se extingue.
“El PEP (Programa de Educación Preescolar) nos dice que hagamos que los niños conozcan y reconozcan la lengua indígena”, comenta la maestra Sara, quien de igual manera trata de llevar esto a la práctica a través de los cantos y la enseñanza de palabras cortas.
Así, por el grado escolar, busca que los niños memoricen las palabras, para que en los siguientes grados de primaria, puedan entender la gramática del Hñähñu y esto facilite el aprendizaje de dicho idioma.
A pesar de que en el Programa de Educación Preescolar también menciona que se debe buscar el rescate y la conservación de las tradiciones y costumbres de la comunidad, algunos padres de familia aún se encuentran renuentes a seguir practicando el idioma y las costumbres, derivado de la discriminación sistemática que vivieron las comunidades indígenas por años.
Es entonces que el trabajo como docente va más allá de solo enseñar palabras y cantos en el salón de clases, es hacerle saber los padres de familia la riqueza y la grandeza cultural con la que cuentan los pueblos originarios, y que al igual que un tesoro, se debe cuidar para que prevalezca por muchos años más.
“Es de esta manera como nos identificamos como indígenas, de otra manera no tendríamos una identidad” asegura la maestra Sara, que también reconoce que en Santiago Mexquititlán se le ha dado importancia al idioma en todos los niveles educativos, en donde desde preescolar hasta el bachillerato las escuelas son bilingües, con el objetivo de que los jóvenes usen mas el idioma y se sientan cada vez más orgullosos de sus raíces y su cultura.
La maestra Sara recuerda que primero aprendió con sus padres a hablar la lengua indígena, ya que era el idioma que todos hablaban, y fue hasta la secundaria que aprendió español como segunda lengua. Y al igual que antes, muchos niños siguen aprendiendo el otomí en casa, pero van dejando de practicarlo ya no por necesidad, si no por evitar burlas o algún tipo de discriminación, y aunque la educación bilingüe tiene muchos años en la comunidad, por estos motivos estuvo muchos años en desuso, al grado de casi perderse.
Y aunque el idioma es muy rico, esto trae consigo algunos desacuerdos entre los hablantes, debido a la poca documentación de las reglas ortográficas que el idioma pudiera tener, y aunque hay diversas investigaciones y estudiosos del idioma, la realidad es que incluso entre las personas nativo hablantes pueden surgir algunas dudas o discrepancias por las variantes, que como todo idioma, pueden cambiar de una región a otra, pero que lejos de buscar imponer una sobre otra, se busca enriquecer el idioma y que cada vez más personas lo practiquen como primera lengua.