Su andar ya no es el mismo de hace 50 años, Adela Rubio ahora viaja en la parte de atrás de una camioneta, el cuerpo está cansado pero la fe sigue intacta, empezó a peregrinar cuando era muy joven, por una enfermedad y prometió a la virgen morena que si la ayudaba a salir cada año iría a su encuentro.
“La peregrinación la conocí por una enfermedad que tenía y mi esposo era maestro de obras y los albañiles le recomendaban que me dejará venir a la peregrinación, al principio no quería pero después de dejó venir y gracias a Dios me curé”.
Doña Adela nació en Tuxpan Veracruz, pero llegó joven a Querétaro, recuerda que traía a sus hijas de cuatro y cinco años, desde entonces siempre trae a alguien, este año a una ahijada a la que llevó a hacer su primera comunión.
“En los 50 años ha cambiado bastante, veníamos poquitas y era la gente más humilde, nos daban antes pasábamos por cualquier lugar y teníamos que llevar nuestros platos y pocillos colgados en la mochila para que nos pudieran compartir café y algún alimento”.
Solo le resta agradecer a la virgen la vida que el tiempo que le ha brindado, el poder ver a sus hijos, quienes también la acompañan a ver a su otra madre, la virgen de San Juan de los Lagos.
“Es un sacrificio muy grande, se sufre mucho pero se recibe demasiado de la virgen y los santos, hay muchos que piensan que tienen fe pero no la tienen y yo acostumbro a toda mi familia a tener la devoción que deben de tener por quién más nos puede ayudar en la vida más que ellos”.