El pasado 3 de octubre la publicación de Pandora Papers, la mayor filtración de documentos financieros de la historia, ponía en jaque a los principales líderes del mundo. Al siguiente día, el planeta entraba en pánico por la caída simultánea de Facebook, Instagram y Whatsapp.
Nueve días después, Joe Biden, a través del Consejo de Seguridad de los Estados Unidos, convoca a la Unión Europea y a 30 países, a una reunión virtual con carácter urgente. El tema: combatir globalmente la ciberdelincuencia. Reunión a la que, cabe destacar, no está invitado Rusia.
Estos tres sucesos no son aislados. El hard power entendido -en palabras de Joseph Nye- como el poder militar y económico de los países, sigue siendo importante. Tan importante que ni siquiera la pandemia detuvo la carrera armamentista.
Sin embargo, y por desgracia, la evolución también impacta en la guerra. Las principales potencias ya tienen militarizados tierra, mar y cielo. Ahora, el desafío es “militarizar” el nuevo campo de batalla: el ciberespacio, y definir estrategias defensivas y ofensivas. Una tarea que no está siendo fácil.
Es un “territorio” sin fronteras, sin liderazgos definidos; y, lo más importante, en el que no todos sus miembros tienen rostro. Librar una guerra en el ciberespacio es como hacerlo en Marte, sin oxígeno y con los ojos cerrados. El enemigo es invisible, no sabemos su nivel de vulnerabilidad, ni sus capacidades, pero sabemos que es poderoso.
Por eso, no sorprende que el punto central de la reunión convocada por Biden sean los ciberataques de un software malicioso que “secuestra” datos y exige un pago para acceder a ellos. Tema que antes no era prioritario y ahora es urgente. Esto, solo evidencia una cosa, y es que decir que la Tercera Guerra Mundial será cibernética ya no parece ciencia ficción y que Estados Unidos, Rusia y China, lo saben.
*Directora Asociada del Departamento de Relaciones Internacionales, Tec de Monterrey Campus Querétaro.