Desde hace unos años, Diego se dedica a confeccionar monstruos. Les coloca cuernos, lenguas largas, orejas puntiagudas, cabellos multicolores. Les pinta sonrisas malévolas, miradas agresivas, manchas de sangre. Su labor le obliga a convivir entre ellos, a estar vigilado por las vistas de decenas de seres que cobran vida ese pequeño taller ubicado en La Estancia, en San Juan del Río.
Payasos diabólicos, demonios, zombis, animales y criaturas sacadas de las más terribles pesadillas son quienes celan cada uno de los pincelazos e intervenciones quirúrgicas que hace. En su mesa instrumental hay latex, pinturas, aerosoles, pinceles, tijeras, pegamentos, cabellos sintéticos. Materiales que usa para atraer a criaturas que a los pocos días saldrán a las calles.
Diego confecciona monstruos. Crean shitases, quienes luego de salir de aquel taller se dispersarán por las comunidades sanjuanenses para apoderarse de otra piel, aparecerse en fiestas patronales, bailar al ritmo de la banda viento, venerar a la virgen o al santo y beber alcohol como si no hubiera un mañana.
El espacio donde se atavían a estos seres lleva por nombre “ShitaseArte”, un pequeño taller ubicado en el centro de La Estancia y que es encabezado por Diego Ríos Verde, quien desde los 13 años se adentró al mundo de los shitases en compañía de sus amigos, mismos que elaboraban sus propios trajes para bailar en honrar a la Virgen de Guadalupe, santa patrona de la comunidad.
Dentro de este sitio, Diego interviene máscaras para crear nuevos seres. Las diseña, cambia la pintura, coloca accesorios. Sus manos materializan casi todo lo que salga de la imaginación de su cliente. Afirma que su intención es que cada una de sus piezas sean únicas e irrepetibles.
Cuenta que los primeros trabajos los hizo para su cuñado, Manuel Olvera, a quien recuerda con gusto. Fue él quien le pidió que pintara unas máscaras para vender en las festividades de La Estancia. A partir de entonces, encontró un gusto por crear a los personajes que se apoderan de las fiestas.
Dice que con el paso del tiempo el shita ha evolucionado, pues antes eran seres discretos y hoy son criaturas que parecen ser sacadas de los infiernos, cosa que contradictoria, pues precisa que el papel de los shitases es venerar al santo o a la virgen que protege cada pueblo. Aunado a ello, crítica que la tarea de estos personajes se ha desviado y hoy prevalecen los desmanes.
“Antes no era nada más bailar, también hacían reír a la gente con un disfraz chistoso. Era la hora de la comida y todos ayudaban. La onda ha cambiado mucho, más con los chavos más chicos. Antes, el traje no le veías así, porque no había mucho. Hoy en día, la verdad es que todos se preocupan por ser el más chingón. Por salir y que los recuerden de ese año. Yo creo que se ha quedado un poco venerar a la virgen. Nos hemos ido de lado un poquito”, señala.
Menciona que se tarda entre dos y tres horas para tener lista una máscara. Además, detalla que la mayor carga de trabajo la tiene semanas previas a las fiestas patronales de las comunidades y que ahora sus creaciones aparecen en lugares como El Organal, Senegal de Palomas, Santa Matilde, San Germán, La Llave, El Rosario, Ojo de Agua, El Jazmín, La Estancia y El Sauz, en Pedro Escobedo.
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Coloca pintura roja en el dorsal de su mano, luego añade tonos amarillos y mezcla. Delinea sombras, remarca detalles y afirma que será muy difícil que los shitases desaparezcan. Incluso dice que su hijo ya encuentra el gusto por estos seres, cosa que le pone contento, pero también le preocupa por los excesos que se viven en la fiesta.