Durante este 2 de noviembre miles de personas acudieron a los tres panteones que hay en cabecera municipal de San Juan del Río para visitar y recodar a sus seres queridos. Fue desde las primeras horas cuando los cementerios abrieron sus puertas para recibir a cientos de familias que como cada año se hacen presentes en estos sitios para conmemorar el Día de Muertos.
Con cubetas, palas, botes y decenas de flores de cempasúchil sobre los hombros, familias completas atiborraron los campos santos de esta ciudad. Muchas de ellas se hicieron presentes en la mañana, asegurando que esta es la mejor hora para limpiar y adornar las tumbas de sus difuntos, pues es cuando el sol aún permanece bajo y el calor da tregua para las labores de este día.
“Nosotros preferimos venir en la mañana, cuando no hace tanto sol, así podemos limpiar la tumba de mi papá a gusto, porque después de mediodía el sol está muy fuerte. Venimos cada año, siempre somos de los primeros que estamos aquí y pues como se puede ver, venimos en familia. Es un acto de amor que tenemos, así lo vemos nosotros. Venir a visitarlo, traerle lo que le gustaba y adornarle con muchas flores su tumba”, comentó Alejandra. Una mujer que acudió al panteón 2.
Otra persona que siguió la tradición en este día fue Jorge, un taxista de San Juan del Río que suspendió sus servicios un rato para poder visitar a sus seres queridos. Narró que cada año asiste fielmente al panteón 1 para arreglar la tumba donde yacen los restos de sus abuelos, padres y la hija de una sobrina. Dijo que lo hace para no dejarlos solos y recodar los momentos vividos.
“Vengo cada año. Al principio cuando fallece una persona vienes seguido, pero después como que eso se te pasa. Vienes a visitarlos para que sepan que no los dejas solos, que te acuerdas de ellos siempre. Para mí eso significa esta fecha, estar con ellos, recordarlos. También en la casa les ponemos su altar, les rezamos un Padre Nuestro y un Ave María. Así es cada año, no les fallo”, apuntó.
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Mientras Jorge contaba esto, a unos cuentos metros un grupo de jóvenes permanecía frente a un nicho que en su interior tenía arreglos florales y unas cuantas fotos. Entre charlas, humo de cigarro, sorbos discretos de cervezas y música que salía de una bocina, los muchachos compartían risas y tal vez anécdotas de ese amigo que ya no está.