La mente humana es brava, muchas veces va más allá de lo impredecible. De entre tantos ejemplos, tomaré uno que se ha vuelto un tema de estudio clínico; me refiero al Síndrome de Estocolmo; este por definición guarda una similitud con los tiempos que vivimos en México. Veamos, este padecimiento es un trastorno psicológico que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de quien o quienes le hacen daño, además de identificarse poco a poco con sus ideas, ya sea durante un secuestro o tras la liberación.
Hace un par de días leí una nota donde el titular del INSAB hablaba del tema de los medicamentos en el país para la seguridad social, (esa que es obligación del Estado por cierto) y decía, cito textual: “El problema ya no es comprar, ahora el problema recae en la distribución.”
Y debo ser muy franco, lo segundo que pensé fue: vaya bribones, no les comparto lo primero que me vino a la mente, porque estamos en horario familiar. Pensé que esto podía ser un repentino ataque de sinceridad del funcionario obradorista, pero luego sin necesidad de una reflexión caí en cuenta de que más bien se trataba de una mezcla de incapacidad y cinismo; receta patentada y cortesía de la cuarta transformación.
Miren que decir que ya las medicinas no son el problema, que ahora lo es la distribución, o sea primero nos acepta que sí, en efecto al sistema de salud danés que prometió López le faltaban medicamentos, y ya para rematar su incompetencia, nos receta sin miramiento alguno que ahora el detalle está en la distribución. Dicho de otro modo, los anaqueles de medicamentos de los servicios de salud públicos siguen nomás guardando polvo.
La ocurrencia del presidente de eliminar el Seguro Popular que así de tajo cepilló a más de 14 millones de mexicanas y mexicanos de los servicios de salud a los que repito, tienen derecho, pues hoy no tienen ni atención ni medicinas. Aquí es donde la cosa se pone interesante, ¿que estás acciones no impactan de manera directa a la base del voto que llevó a López Obrador a la presidencia? Porque no es precisamente que no haya medicinas en las farmacias (todavía) donde se pueden comprar medicamentos, no las hay en los centros de atención de quienes no tienen los recursos económicos para comprarlos. Ojalá que todo se pudiera aliviar con medicinas de fácil acceso, como una aspirina, pero pues no.
Sin duda ese sector de la población al que hago referencia se muestra complaciente, comprensivo y benevolente con quien les hace daño.
Entonces más que “Síndrome de Estocolmo”, esto vendría a ser “Síndrome de Es El Colmo”
Diría Jack Palance, “aunque usted, no lo crea…”