Estas mujeres que, en un principio, no tenían encima losreflectores de la televisión ni del cine, eran conocidas graciasal trabajo de los fotógrafos de espectáculos que llevaban sumaterial a los periódicos y revistas.
Muchas de estas imágenes fueron reunidas en la exposición“Las Fabulosas” que desde principios de diciembre y hasta marzode este año se exhibe en el Foto Museo Cuatro Caminos.
El público podrá apreciar el trabajo de cuatro fotógrafos quedurante esa época se dedicaron a fotografiar a las beldades quebrillaron de noche y de día adornaban las portadas de los diariosy las revistas.
Los fotógrafos son Juan Ponce, Antonio Caballero, JesúsMagaña y Paulina Lavista, quienes a través de 130 imágenesevocan las noches de cabaret del México de las grandes vedettes,como Lyn May, Thelma Tixou, Wanda Seux, Sasha Montenegro, OlgaBreeskin, La Princesa Lea y Rosy Mendoza, entre muchas más.
Uno de dichos fotógrafos, Juan Ponce, compartió con Notimex suexperiencia de esa época, y nos narró cómo era la vida nocturnade la Ciudad de México de entonces.
“Yo empecé como laboratorista en Kodak de México donde mehice fotógrafo, y como me gustaba la vida nocturna, me iba con micamarita a los cabarets que había en la Ciudad de México”,señaló.
Añadió que en los años 60 comenzó a entablar amistad con lasvedettes, “las estrellas, las estrellitas y las que nuncallegaron a figurar”.
Subrayó que se dio a la tarea de tomar fotografías en centrosnocturnos como El Siglo XX, El Savoy, El Azteca, El club de losArtistas, entre muchos que había en el Distrito Federal”.
El fotógrafo, originario del llamado Barrio Bravo de Tepito,comentó que las fotos que tomaba en un principio eran sólo paraél.
“Yo metía mi camarita a escondidas a los cabarets y comencéa tomarle fotos a las bailarinas y a las vedettes, me hice su amigoy ya después me pedían fotos para ellas”, explicó.
“Posteriormente, empecé a hacerles sesiones personales, hastaque un día el tío de un amigo del barrio me llevó a unperiódico que se llamaba ‘El Metropolitano', donde me iniciéprofesionalmente, tomaba fotografías de todo, pero no dejaba deacudir a los cabarets para retratar a las vedettes”.
Agregó que, cámara en mano, comenzó a captar la vida nocturnade la Ciudad de México.
“Era una época muy bonita, de lentejuelas, de coloridasplumas, las mujeres hermosas, porque sinceramente siempre he sido‘ojo alegre' con las mujeres y puedo decir que tuve la fortuna detomar fotos a verdaderas ‘mujeronas', de las que muchas todavíason mis amigas”, detalló.
Respecto al ambiente que se vivía en esas noches de cabaret,recordó que fue una época maravillosa, en que la competenciaentre las vedettes no era atacarse, sino la lucha por presentar elshow más espectacular.
Detalló que “en ese tiempo nos desvelábamos, podíamos salirpor la noche sin tanta bronca. Había un trato de amigos(fotógrafo y reportero), pues en ese tiempo, la televisión, laradio ni el cine se fijaban en ellas, sólo los mediosimpresos”.
Aseguró que los diarios eran el único sitio en el que ellas sepodían lucir, “y pues nos dábamos cuenta que lo único quedeseaban era preparar el mejor show y llamar la atención delpúblico”.
Reiteró que se trataba de una competencia muy sana; pero quedespués en los años 70 los productores de cine se fijaron enellas para filmarlas en el género de ficheras”.
Recordó que así como había vedettes que eran auténticasestrellas, como Olga Breeskin, Lyn May o La Princesa Lea, tambiénhabía cabarets de diferentes categorías.
“Existían los de ‘rompe y rasga', las carpas, los teatrosde burlesque y los grandes cabarets que se ubicaban en los hotelesimportantes de la ciudad, como El Continental, El Regis y ElCadillac, entre otros”, externó.
Dijo que la palabra vedette no describía a una mujer que sedesnudara ante el público.
“No, eran verdaderas artistas, bailaban, cantaban, hacíancoreografías, se preocupaban por su arreglo, sus vestidos; teníana los mejores diseñadores, eran multifacéticas, y además,actuaban”, señaló.
Aclaró que aunque algunas de ellas de plano cantaban medio mal,hacían su lucha, bailaban muy bien, y se preocupaban por ser lasmejores en su ámbito.
Expresó que, por ejemplo, en el caso de Olga Breeskin, ademásde tocar el violín y bailar, incluía una pantera en su show,algunas otras utilizaban grandes reptiles, como pitones; otras sebañaban en una copa gigante de Champagne, en fin, eran auténticasvedettes”.
Sin embargo, Juan Ponce asegura que a pesar de todo ese glamouren el que se desenvolvían estas bellas mujeres, de día teníanotra vida.
“Brillaban de noche, pero en el día eran solitarias.Trabajaban mucho, se desvelaban, su vida era sólo el cabaret; susdías eran cortos y sus vidas también.
“Había madres solteras, con pocos amigos de verdad, porquelas invitaban a comer o almorzar y luego “bye”. La realidad enalgunas era muy dura, pocas disfrutaban de un ambiente familiar”,explicó con nostalgia.
Añadió que muchas vivían solas y tenían que ayudar a lamadre o a los hermanos o los hijos. Porque en la noche se codeabancon famosos, políticos, gente importante que asistía a verlas alos cabarets.
“A muchas las colmaban de regalos, joyas, flores, pero en eldía se quedaban solas, esperando volver al escenario”.
Agregó que ese brillo del México nocturno se fue apagando aprincipios de los años 80 por diferentes circunstancias, el motivoprincipal fue el terremoto de 1985.
“Antes de que ocurriera, surgió el cine de las ficheras ymuchas de ellas saltaron a la fama, pocas, como Lyn May; pero luegotodo empezó a cambiar, las épocas acaban y luego del terremotodel 85 muchas cosas cambiaron en la Ciudad de México”.
“Antes que las vedettes estaban las rumberas, pero al final,los cabarets fueron sustituidos por los tabledance, así esesto”, señaló el fotógrafo con marcada añoranza.
De ahí que la muestra fotográfica tenga tanta importancia,pues es un legado que forma parte de la vida nocturna del Méxicode antaño, que la gente podrá apreciar hasta mediados de marzo de2017, en el Foto Museo Cuatro Caminos.