Las empresas familiares son una piedra angular de la economía de México y están profundamente entrelazadas en su tejido empresarial. Según varios estudios, alrededor del 90% de todas las empresas en México son de propiedad familiar. Esta asombrosa cifra coloca a México entre los países con mayor concentración de empresas familiares a nivel mundial.
El impacto económico de estas empresas familiares es profundo. En conjunto contribuyen entre el 70% y el 80% del Producto Interno Bruto (PIB) de México y generan alrededor del 70% de todo el empleo en el país, de acuerdo al Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF). Esta contribución sustancial subraya su papel como principales motores del crecimiento económico, la creación de empleo y la estabilidad social.
Las empresas familiares sirven como amortiguadores críticos, proporcionando medios de vida a millones de mexicanos, siendo particularmente dominantes en sectores tradicionales como la agricultura, el comercio minorista y la manufactura. Por ejemplo, las agroindustrias familiares controlan gran parte de las cadenas de producción y distribución.
En el sector manufacturero, especialmente en áreas como textiles, repuestos para automóviles y procesamiento de alimentos, también existe un gran número de empresas familiares. Sin embargo, el dominio abrumador de las empresas familiares también presenta desafíos.
Las prácticas de gestión informal, la renuencia a contratar expertos y las complicadas dinámicas de sucesión pueden obstaculizar el crecimiento y la productividad. Un estudio de la OCDE sugiere que tales factores aumentan la brecha de productividad de México con otros países de la OCDE. Por lo tanto, ayudar a estas empresas a formalizarse y profesionalizarse es un desafío clave, ya que hacerlo podría amplificar aún más su ya sustancial impacto económico, impulsando el desarrollo de México a nuevas alturas.
*Profesor y Director del Departamento de Gestión y Liderazgo. Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, Campus Querétaro.