Tere, como pidió ser identificada, tiene 27 años y trabaja en la industria privada de San Juan del Río. Eligió la carrera de Administración porque dice que se adecua a su personalidad. Tal vez tenga razón. Su habitación mantiene un orden minucioso, cada objeto está en su lugar. En su pequeño escritorio solo mantiene las cosas indispensables para trabajar y cada una de ellas está acomodada de manera milimétrica.
Señala que la oficina donde trabaja está igual, ordenada y limpia. Para ella, esos dos conceptos (orden y limpieza) son el aspecto fundamental en la vida.
Cuenta que su manía de mantener todo ordenado y limpio se remonta desde su infancia, cuando en vez de jugar, prefería acomodaba sus muñecas minuciosamente sobre una repisa que había en su habitación, o en aquellas ocasiones que se quedaba sentada en una fiesta por el simple hecho de no ensuciar sus ropas y zapatos.
Afirma que al crecer ese capricho iba en aumento, la ropa tenía que estar clasificada de cierta manera, las paredes debían de estar libres y todo lo que tenía que hacer había que estar planeado punto por punto. Reconoce que hasta la fecha esta última situación la conserva. Su día a día, en todos los ámbitos donde se desenvuelve, tiene que estar diseñado hora por hora.
“Luego se llegó la prepa y la universidad, y creo que fue en esas etapas cuando la idea de tener todo controlado se apoderó de mí. Por ejemplo, mi día a día lo tengo completamente diseñado, ya sé a qué hora me levanto, me meto a bañar y de ahí en adelante. Los planes son iguales. Si hay alguna alteración en lo que yo tengo proyectado, me frustro, porque ya no siguen el orden que yo tenía previsto, entonces siento como si se me arruinarán el día por completo”, dice.
La noción de verificar que todo esté correctamente la ha sobrepasado, pues Tere narra que son reiteradas las ocasiones cuando necesita reafirmar las cosas. Por ejemplo, en las mañanas, cuando sale de casa y está a punto de abandonar el fraccionamiento donde vive, tiene que dar vuelta para cerciorarse que dejó la puerta cerrada. Lo mismo ocurre cuando sale de laborar y tiene que regresar a su oficina para asegurarse que las luces y la computadora estén apagadas.
De acuerdo con especialistas, las conductas que presenta Tere forman parte de un cuadro leve de un padecimiento llamado Trastorno Obsesivo-Compulsivo, algo que es más común de lo que se piensa.
Merma la calidad vida
Para la psicóloga Viridiana Martínez Arriaga, el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) es una alteración mental caracterizada por obsesiones y compulsiones que se manifiestan mediante pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se perciben y experimentan como intrusivos, además de que existen conductas repetitivas que el individuo se siente obligado a realizar.
“Entre las compulsiones comportamentales más comunes se encuentran los lavados de manos constantes, orden excesivo, comprobar las cosas en repetidas ocasiones. También se pueden representar con actos mentales como rezar, contar o la repetición de palabras en silencio. Estos tienen como objetivo la prevención o disminución de ansiedad, malestar o bien evitar algún suceso o situación que genere temor”, dice.
Agrega que las obsesiones y compulsiones requieren mucho tiempo y esto causa un malestar clínicamente significativo o bien deterioro social que afecta en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelve la persona que lo padece como el trabajo, la escuela u otras áreas importantes del funcionamiento social.
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En ese sentido, afirmó que si una persona se identifica con alguna de la sintomatología anteriormente descrita, acuda con un profesional de la Psicología para ser valorada clínicamente. La Terapia Cognitivo Conductual es una de las estrategias más eficientes para su tratamiento.