Mirna Zamorano Zúñiga o Mir, como le dicen, es Contadora Pública de profesión, tiene 64 años de edad y hace 16 años le detectaron un tumor cancerígeno en el ovario derecho. La presencia de ese tumor no había sido detectada hasta aquel 2006, cuando comenzó a presentar diversos síntomas que prendieron las alarmas.
Cuenta que uno de los primeros síntomas fue el sangrado intermitente, el cual comenzó en enero de 2006. No obstante, dice, no le tomó la mayor importancia porque “pensé que era normal, cosas de mujeres”. Un par de meses después, explica, presentó una inflamación en el estómago que no la dejó caminar.
“Fui a ver a un doctor. Me mandó a hacerme unos análisis, un ultrasonido y una radiografía. En esos estudios, cuando ya se los llevo, honestamente el doctor me dijo ‘esto ya no es para mí, porque tú presentas aquí algo. Necesitas ver a un ginecólogo’. Yo le agradezco esa honestidad”.
Una vez en el ginecólogo, presentó los estudios previos. Ante ello, el médico especialista le pidió realizarse un ultrasonido más en un área específica de la zona pélvica. Ella cumplió con el encargo, se lo entregó y después de analizarlo, le dio el diagnóstico: tenía un tumor maligno en el ovario derecho, por su tamaño ya había tocado la matriz.
“Le llevo el ultrasonido al ginecólogo y me dice ‘¿sabes qué? Tiene un tumor maligno’. Nunca me mencionó que fuera cancerígeno (…), estaba en el ovario pero estaba tan grande que acostado tocaba la matriz”, recuerda.
Debido a la gravedad del caso, la canalizaron de manera inmediata con un oncólogo. Este último especialista le dijo que era necesario intervenirla quirúrgicamente para extirparle el tumor. En abril de 2006, se sometió a una cirugía donde le retiraron la matriz, los dos ovarios y le realizaron una limpieza para eliminar vestigios de células malignas que habrían quedado.
Después de la intervención quirúrgica le recetaron por prevención seis quimioterapias. “Cuando me hacen las quimioterapias, me las hacen a los 21 días de la operación, antes no se podía, rimero me tenía que recuperar de la operación (…). A mí lo que ayudo mucho fue que los doctores con los que fui a dar fueron muy honestos; entonces tuve mucha suerte y la bendición de Dios”,
Actualmente, continúa trabajando en su pequeño despacho contable, sonriente, rodeada de plantas. Reitera que la vida y Dios le dieron una segunda oportunidad. También, menciona que la fuerza para recuperarse la obtuvo del apoyo de sus amigos, del amor de su familia, de la fe, de que nunca dejó de trabajar a pesar de todo, de la música, de los libros… añade que un factor fundamental también fue el que nunca los especialistas que la atendieron le mencionaron la palabra cáncer.
“Nunca me dijeron que el tumor era de cáncer, eso me ayudo porque la palabra como que te acaba, el saber que tienes cáncer. Fueron muy cuidadosos en este aspecto (...). Nunca me manejaron el concepto cáncer. El hecho de no tener ese concepto, como que medio más fuerza”, concluye.