Ante un gran centro de rehabilitación situado en las afueras de Kabul, decenas de toxicómanos bajan de coches de policía con la mirada perdida, víctimas de una epidemia de adicción a las metanfetaminas, que está ganando terreno a los opiáceos en Afganistán.
Los adictos, detenidos en las calles de la capital, son sometidos a un programa de desintoxicación obligatorio, para contener así la creciente demanda de metanfetaminas, en un país que ya sufre las plagas del opio y la heroína.
"La toxicomanía ha destrozado mi vida", dice Sulaimán, de 25 años, que acaba de llegar al centro junto a medio centenar de hombres.
Su rostro lleva el estigma característico de la adicción, con los ojos hundidos y las mejillas huecas.
"Haría cualquier cosa con tal de obtener mi dosis, desde trabajar hasta robar", agrega.
Los pacientes de Ibn Sina, el mayor centro de desintoxicación de Afganistán, siguen una cura de 45 días.
Sulaimán se hizo adicto a la metanfetemanina --localmente conocida como shisha (cristal)-- hace tres años, durante un viaje a Irán.
Naqibulá, otro toxicómano de 34 años, empezó a usar este estimulante hace dos años tras la muerte de su hermana en un atentado talibán.
Un vecino le propuso una droga "no adictiva" para calmar su pena. "Al principio me gustó, gracias a la energía que sentía al utilizarla", cuenta.
"Pero luego llegó el lado oscuro, empecé a volverme loco, violento, a agredir a miembros de mi familia" prosigue.
Ibn Sina, situado en un antiguo campamento militar, alberga a unos 900 pacientes.
Hasta 2017, el centro trataba esencialmente dedicado a adicciones a los opiáceos, explica su médico principal, Abdul Jabar Jalili.
"Hoy, 70% de los pacientes son adictos a la metanfetamina", indica. Agrega que sus posibilidades de curarse son escasas, con un 80% de recaídas.
- Superar al opio -
Según los últimos datos disponibles, Afganistán contaba en 2015 con tres millones de toxicómanos, una enorme proporción para una población de 37 millones.
Los expertos creen que la cifra es mayor hoy, y según responsables de salud, la proporción de los que utilizan la metanfetamina podría ser incluso del 40%.
Es una verdadera revolución para una sustancia casi desconocida hace pocos años.
"Está a punto de superar a la adicción al opio", dice Abdul Shukoor Haidari, un médico del Programa de reducción de la demanda de droga, al explicar los medios usados por los traficantes para popularizar esta droga.
"Dicen que la metanfetamina no es adictiva y que puede combatir la adicción a los opiáceos. Luego bajan los precios y dejan de suministrar heroína, lo que obliga a los toxicómanos a consumir metanfetaminas", explica.
En este país que produce el 90% del opio del mundo, la primera incautación de metafentamina, de pocos gramos, se produjo en la provincia meridional de Helmand en 2008. El año pasado, las autoridades confiscaron 180 kilos de esta droga. Y en los diez primeros meses de 2019, ya han sido 935 kilos, según Kabir Ibrahimjail, un responsable de la lucha contra la droga.
"A este ritmo, no sería un sorpresa si pronto acaba reemplazando al opio en Afganistán", afirma.
- Implicación de los talibanes -
Los talibanes, que durante mucho tiempo utilizaron el opio como fuente de financiación, están llegando ahora al mercado de la metanfetamina.
"En las zonas que controlan, los talibanes perciben un impuesto sobre cada kilo producido, que varía según los lugares", dice Jasmine Bhatia, una investigadora en la Escuela de estudios orientales y africanos de la universidad de Londres.
Para cortar esta fuente, los militares estadounidenses empezaron a atacar en 2017 a los laboratorios que producen droga en las zonas talibanas.
Una operación de este tipo en mayo pasado en la provincia de Farah (oeste) causó al menos 30 muertos debido a los bombardeos aéreos, según un informe de la ONU.
Estados Unidos afirma que estos laboratorios estaban administrados por los talibanes.