Cerca de dos millones de bebés nacen muertos cada año en el mundo, uno cada 16 segundos, dice un informe publicado el jueves que lo tilda de "tragedia ignorada" y que podría verse agravada por la pandemia de covid-19.
Esta cifra supone casi el 1,4% de los nacimientos registrados en 2019 y más del 2% de los nacimientos en 27 países, estiman la ONU, Unicef, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La mortinatalidad, el nacimiento de un bebé muerto, designa la muerte de un feto viable, surgida durante el embarazo (muerte in utero) o durante el parto (muerte per partum).
El informe de la ONU contabiliza las muertes registradas a partir de las 28 semanas de gestación (en el tercer trimestre del embarazo), para poder comparar entre los datos de los diferentes países.
No obstante, se han registrado avances, aunque "lentos", desde 2000, año en que 2,9 millones de bebés nacieron muertos, lamentan las organizaciones en su primer informe sobre este asunto.
Durante los últimos 20 años, estos fallecimientos cayeron un 2,3% por año, mientras la mortalidad neonatal (bebés de menos de un mes) disminuyó un 2,9% por año y la de los menores de cinco años un 4,3%.
El informe señala que entre las "principales dificultades" destaca la "ausencia de inversiones en los servicios" que se encargan del seguimiento del embarazo y del parto, así como "en el refuerzo del personal de enfermería y matronas".
"Más allá de las vidas perdidas, las consecuencias psicológicas y financieras son graves y duraderas para las mujeres, las familias y la sociedad", explica Henrietta Fore, directora general de Unicef.
Los países pobres son los más afectados, pues registran el 84% de los casos de bebés nacidos muertos.
África subsahariana y el sureste asiático concentran tres cuartas partes de los casos.
Cesárea de urgencia
En promedio, el 40% de estas muertes ocurren durante el parto, una proporción que aumenta a cerca del 50% en África subsahariana y en Asia central y meridional, mientras en Europa y en América del Norte se eleva al 6%.
Las causas pueden atribuirse a problemas de la madre como hipertensión, diabetes, enfermedades infecciosas, hemorragia, o al exceso del periodo del embarazo, a un nudo del cordón umbilical o a una malformación del feto grave.
Sin embargo "este drama no es inevitable", subraya Henrietta Fore: "la mayoría" de las muertes de bebés "se pueden evitar con una vigilancia de calidad, con cuidados prenatales adaptados y con personal cualificado".
La posibilidad de realizar una cesárea de urgencia puede decidir la suerte de un feto en dificultad, mientras que la vigilancia de la hipertensión durante el embarazo, la prevención de la malaria y el diagnóstico de la sífilis pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte.
Pero la pandemia actual de covid-19 podría "empeorar la situación", advierte el informe. En particular, por el "aumento masivo de la pobreza que ha provocado la recesión mundial", explicó a la AFP Mark Hereward, director adjunto de la Unicef encargado de estadísticas.
"La otra razón es la interrupción de los servicios de salud, ya sea porque los profesionales han sido destinados" a los pacientes con covid-19, o porque "la gente tiene demasiado miedo" de contagiarse con el virus si va al hospital o a un médico, agrega.
El balance actual podría así agravarse con más de 200.000 casos adicionales en un periodo de 12 meses si no se garantizan al menos el 50% de los servicios de salud.