Para AstraZeneca, la vacuna del Covid-19 se está convirtiendo en un dolor de cabeza. Su eficacia se puso en entredicho, la UE está furiosa por los retrasos en sus entregas y podría acabar enfrentando demandas judiciales.
Hace apenas unas semanas, se aplaudía al laboratorio británico por desarrollar rápidamente junto a los científicos de la Universidad de Oxford una vacuna que generaba grandes expectativas en la lucha contra la pandemia.
Además de ser más barata y fácil de transportar que la de Pfizer/BioNTech, el grupo británico prometió suministrarla a precio de coste para no lucrarse con la pandemia.
Pero los retrasos anunciados respecto a las dosis inicialmente previstas en la Unión Europea (UE) lo pusieron en el punto de mira del bloque.
Las autoridades europeas publicaron el contrato firmado con el laboratorio para recordarle su compromiso de "producir 300 millones de dosis de la vacuna, sin pérdidas ni ganancias".
A petición de la Comisión Europea, se inspeccionó una planta belga de la farmacéutica para verificar el argumento de que la menor producción se debe a una "caída de su rendimiento".
Italia ha llegado incluso a amenazar con acciones judiciales -también contra Pfizer- para "recibir las dosis prometidas".
Según el diario económico británico Financial Times, "el deterioro de las relaciones con la Unión Europea podría tener repercusiones negativas para el grupo farmacéutico".
Estas tensiones se producen cuando el inyectable de AstraZeneca recién recibió el viernes el visto bueno de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) para su uso para todas las personas mayores de edad.
Poco antes, el gobierno alemán había afirmado esperar que la vacuna solo se aprobase para menores de 65 años, argumentando que "no hay suficientes datos" sobre su eficacia en personas ancianas.
El nacionalismo de las vacunas
En este conflicto, "las partes no aparecen bajo una luz particularmente halagadora", dice a la AFP el analista de CMC Markets Michael Hewson, considerando que "la perspectiva del nacionalismo en torno a las vacunas es preocupante".
La Comisión Europea anunció el viernes la adopción de un mecanismo por el que los laboratorios que firmaron preacuerdos de venta con la UE deben obtener una "autorización de exportación" antes de sacar de territorio europeo vacunas fabricadas en él.
Es el caso, por ejemplo, del estadounidense Pfizer, que produce en Bélgica las dosis que entrega al Reino Unido, fuera del bloque desde el Brexit.
En opinión de Hewson, esto podría provocar reacciones en el Reino Unido si este ve frenado su suministro.
El acuerdo con la UE asegura que AstraZeneca hará "todo lo posible" para aumentar su capacidad de producción, al tiempo que recuerda que el cumplimiento del contrato constituye "una obligación legal, válida y vinculante", según el texto publicado por la Comisión, en que se ocultaron cláusulas confidenciales.
Aunque el grupo no obtenga beneficios "o tengan un fin benéfico, sigue siendo un contrato clásico", subraya David Greene, socio del bufete de abogados Edwin Coe y presidente de la Law Society del Reino Unido.
Así, si AstraZeneca no demuestra que está "haciendo los mejores esfuerzos razonables" para respetar sus compromisos, se arriesga a posibles demandas, afirma.
Pero Russ Mould, analista de AJ Bell, relativiza las consecuencias financieras para el laboratorio. "Pese a los cuestionamientos alemanes y la aparente falta de voluntad de la FDA [la autoridad farmacéutica estadounidense] para aprobar la vacuna, muchos otros países parecen querer seguir utilizándola", subraya.
Susannah Streeter, analista de Hargreaves Lansdown, señala por su parte que la carrera por la vacuna para contener la pandemia de coronavirus ha permitido al grupo "ganar una experiencia en el terreno de las vacunas que no tenía hasta entonces".
"El hecho de que esta vacuna esté tan solicitada no debe causar un daño duradero a su reputación, sino al contrario llamar la atención sobre la importante contribución de la empresa para traer luz al final del túnel de los repetidos confinamientos", concluye.