Un estudio llevado a cabo por el Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) de San Sebastián (norte) revela que entender un idioma extranjero resulta más fácil que hablarlo porque el cerebro dedica más recursos a la comprensión oral y escrita que al habla.
La investigación se centra en el estudio de los cambios de laterización de funciones del cerebro durante la realización de diferentes tareas lingüísticas como la lectura, el habla o la escucha en la lengua nativa en comparación con una lengua extranjera que esa persona estuviera aprendiendo.
Uno de los "principales hallazgos" es la demostración de que el hemisferio izquierdo "es clave para el habla, lectura y escucha en la lengua nativa".
Sin embargo, cuando un adulto aprende otro idioma "esta condición se mantiene en el habla", mientras que para la lectura y la comprensión auditiva se "reclutan recursos de ambos hemisferios del cerebro", señaló la investigadora del BCBL Kshipra Gurunandan.
"Esto puede explicar por qué es más difícil aprender a hablar un nuevo idioma que entenderlo a un nivel muy alto. Se emplean más recursos cerebrales para la comprensión oral y escrita que para el habla”, indicó.
Según el estudio, en las primeras etapas del aprendizaje de lenguas extranjeras, los sistemas del lenguaje activan la misma región cerebral (hemisferio izquierdo), pero, a medida que aumenta la competencia de la nueva lengua adquirida, se observan cambios en la comprensión lectora y auditiva, que no se producen en el habla.
La investigación ha permitido descubrir que el aprendizaje de idiomas en la edad adulta se asocia a la capacidad del cerebro a transformarse en el campo de la comprensión de la lengua, pero no para la producción o habla.
“Estos resultados ayudan también a comprender mejor cómo se organiza el lenguaje en el cerebro y cuáles pueden ser las consecuencias sobre los diferentes sistemas lingüísticos de un accidente, un traumatismo o una enfermedad que afecte a un área cerebral concreta, así como su posible recuperación”, señaló Gurunandan.
El estudio, que ha sido publicado en la prestigiosa revista científica "The Journal of Neuroscience", se ha prolongado durante 7 años y ha contado con la participación de 50 voluntarios de entre 17 y 60 años.