La Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad de Montreal adoptó este lunes el principio de un "marco global para la biodiversidad", una hoja de ruta de 23 objetivos para intentar frenar la destrucción de la naturaleza para 2030.
Se aprobaron también otros cinco textos destinados a hacer que este marco sea aplicable, medible, efectivo y, sobre todo, para establecer los mecanismos para financiar los esfuerzos que requieren los países en desarrollo.
- 30% del planeta protegido -
Es el objetivo clave del texto: "Que, para 2030, al menos el 30% de áreas terrestres y de aguas continentales, costeras y marinas (...) estén efectivamente conservadas y gestionadas".
Esto se hará "a través de sistemas de áreas protegidas ecológicamente representativas, bien conectadas y gestionadas equitativamente" y "asegurando que cualquier uso sostenible (...) sea plenamente compatible con los objetivos de conservación".
El objetivo es por tanto global y no nacional, lo que implica que unos hacen más que otros, o hacen más en la tierra que en el mar.
Ese 30% es un mínimo para científicos y ONG, muchos de los cuales estiman que sería necesario un 50%.
En la actualidad, el 17% de la tierra y el 8% de los mares están protegidos.
- Ayuda internacional triplicada -
Las negociaciones estuvieron marcadas por una larga pulseada entre el bloque de países ricos y el de países en desarrollo: más ambiciones de preservación a cambio de más subvenciones internacionales, y viceversa.
Al final, el texto aprueba el objetivo de que los países ricos proporcionen "al menos USD 20.000 millones anuales para 2025, y al menos USD 30.000 millones anuales para 2030", es decir, aproximadamente el doble y el triple de la ayuda internacional actual para la biodiversidad
La novedad es que este compromiso recae en "los países desarrollados, y en los países que asumen voluntariamente obligaciones de países desarrollados" miembros del Convenio de Diversidad biológica (CDB).
Esta formulación posibilita la inclusión de Estados Unidos, que no es signatario del CDB, y abre el camino a la integración de China o los Estados árabes entre los donantes, como espera la Unión Europea.
- Restaurar el 30% de la tierra degradada -
Un tercio de las tierras está "moderada o fuertemente degradada" por la actividad humana, según la Agencia de Alimentos de la Naciones Unidas.
Para frenar el deterioro, el texto prevé que "para 2030 al menos el 30% de las áreas degradadas de ecosistemas terrestres, de aguas continentales, costeros y marinos sean objeto de restauración efectiva".
- Reducir los pesticidas -
Los pesticidas fueron otro tema espinoso que enfrentó a la Unión Europea y países como Brasil, India e Indonesia.
Al final, el acuerdo prevé "reducir los riesgos de contaminación y el impacto negativo de la contaminación de todas las fuentes, para 2030, a niveles que no sean perjudiciales para la biodiversidad".
Para lograrlo, los signatarios deben "reducir al menos a la mitad el riesgo general de los plaguicidas y productos químicos altamente peligrosos", especialmente para la lucha contra los parásitos, teniendo en cuenta la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia.
Los países deben igualmente "prevenir, reducir y trabajar en la eliminación de la contaminación plástica".
- Marco de implementación -
Casi ningún objetivo fijado en el anterior acuerdo, en 2010 en Aichi (Japón), se había cumplido al final de su vigencia, en 2020.
Para no repetir errores, los países han adoptado un mecanismo común de planificación y seguimiento, con indicadores precisos. Y una posible revisión de las estrategias nacionales, si los países no están en el camino correcto.
Pero el texto es menos restrictivo que el del acuerdo climático de París.
- Reparto de ganancias -
El acuerdo nunca hubiera sido aprobado sin avanzar sobre una "injusticia" esgrimida por muchos países del Sur: la ausencia de reparto de las ganancias obtenidas en el Norte con medicamentos o productos cosméticos derivados de sus recursos biológicos.
Estos recursos se han convertido en miles de millones de datos genéticos digitalizados que benefician casi exclusivamente la investigación y la economía de los países ricos.
El texto prevé establecer "un mecanismo mundial de reparto de los beneficios del uso de la información de secuencias digitales (ISN/DSI, en inglés) de los recursos genéticos, incluido un fondo multilateral".