A los ancestros del Hombre moderno, hace 780.000 años, les gustaba el pescado bien cocido, revelaron investigadores israelíes en un estudio publicado el lunes, que, según ellos, corresponde a la primera evidencia del uso de fuego para cocinar.
"Era como estar frente a un rompecabezas, con cada vez más información hasta poder contar una historia sobre la evolución humana", explica Irit Zohar, la principal autora del estudio publicado en la revista Nature Ecology and Evolution.
Aún se sabe muy poco acerca de las costumbres alimenticias de los primeros humanos. La investigación recuerda que las primeras "pruebas definitivas" del uso de la cocción se hallaron hace 170.000 años con los neandertales y los Homo sapiens.
El estudio culmina 16 años de trabajo realizados por Irit Zohar, una arqueóloga del museo de historia natural Steinhardt de la Universidad de Tel Aviv, en Israel.
La científica catalogó miles de restos de pescado encontrados en el yacimiento de Gesher Benot Ya'aqov, en el norte de Israel.
El lugar, cerca de la orilla del río Jordán, albergaba anteriormente un lago. Los investigaron hallaron fósiles de peces, que les ayudaron a investigar el origen de la cocina como la conocemos hoy.
La primera pista vino de una zona que no contenía "casi ninguna espina de pescado", pero sí muchos dientes, explicó Zohar.
Esto podría apuntar a la cocción, ya que las espinas de pescado se ablandan y desintegran a temperaturas inferiores a los 500 grados Celsius, pero sus dientes permanecen.
En esa misma zona, uno de sus colegas encontró trozos de carbón, lo que indica que se usó fuego en el lugar.
Pero "el hecho de controlar el fuego para calentarse no significa que se controle para cocinar, podrían haber comido el pescado junto al fuego", recordó Zohar.
Las espinas de pescado podrían haber desaparecido perfectamente en un incendio, explica Anaïs Marrast, arqueozoóloga del Museo Nacional de Historia Natural de París. "Toda la cuestión de la exposición al fuego es si se trataba de deshacerse de los residuos o del deseo de cocinar", explicó.
Otro indicio es que la mayoría de los dientes pertenecían a solo dos especies de carpa especialmente grandes, lo que sugiere que habían sido seleccionadas por su carne "suculenta", según el estudio. Algunas de las carpas medían más de dos metros.
La clave decisiva fue justamente el estudio de estos dientes y en particular de su esmalte. Los investigadores usaron una técnica llamada análisis de difracción de rayos X para determinar si el calentamiento había cambiado la estructura de los cristales que componen el esmalte.
Estos "cristales se alargan cuando se calientan", explicó Zohar.
Al comparar los resultados con los de otros fósiles de peces, descubrieron que los dientes de esta zona del lago habían sido sometidos a una temperatura de entre 200 y 500 grados. La temperatura perfecta para cocinar un pescado.