/ sábado 26 de septiembre de 2020

Rafael Nadal ante el Roland Garros más singular

Desplazado por la pandemia, el Grand Slam de tierra batida se jugará en condiciones de extrema vigilancia sanitaria

El camino hacia el decimotercer Roland Garros de Rafael Nadal no transitará por la primavera parisiense, como es costumbre, lo que obligará al tenista español que ha reinado sobre la tierra batida en los tres últimos lustros a afrontar un reto nuevo, ganar su torneo favorito en otoño.

Desplazado por la pandemia, el Grand Slam de tierra batida se jugará en condiciones de extrema vigilancia sanitaria, y con una situación que empeora de forma preocupante en Francia, lo que ha obligado al Gobierno a incrementar las medidas de seguridad.

Solo 1.000 espectadores podrán entrar cada día a un recinto que no mostrará el bullicio de ocasiones anteriores. Será una edición singular, en el que las lluvias del otoño pondrán a prueba el recién construido techo retráctil de la pista central, que en cualquier caso no estará al abrigo de las bajas temperaturas.

En busca de su vigésimo Grand Slam, que le igualaría con el suizo Roger Federer, Nadal tendrá que poner a prueba su legendaria capacidad de adaptación, de reinventarse para ganar, la misma receta que le ha permitido elaborar un excelso palmarés incluso allí donde no se le esperaba.

Hasta ahora, Roland Garros ha sido su reino, domesticado con puño de hierro, con tan solo dos derrotas concedidas en sus pistas. Un torneo del que parece controlar cada detalle, un esquema que este año tendrá que construir desde cero para mantener su hegemonía sobre tierra batida.

Por si todos los cambios impuestos por la COVID-19 fueran pocos, los organizadores han introducido otro, unas bolas diferentes, que pican menos, y que también exigirá un reto de adaptación al mallorquín.

SIN RÉCORDS

A Nadal no le quedan récords por batir en Roland Garros, pero la nueva situación puede servirle para encontrar una motivación suplementaria.

La derrota en Roma contra el argentino Diego Schwartzman dejó claro que no será un paseo. Por vez primera, Nadal desembarca este año en el Grand Slam de tierra sin ningún torneo en su palmarés sobre esa superficie.

La temporada irregular ha perturbado la preparación de todos los tenistas y, en el caso de Nadal, su tradicional planificación que conducía siempre a París.

Frente al español, el serbio Novak Djokovic, que conservará el número 1 del mundo pase lo que pase en esta quincena, aparece como su principal rival. Su victoria en Roma vuelve a posicionarle como el tenista completo que es, con la asignatura pendiente de arrebatar a Nadal el Grand Slam de tierra batida en un año en el que el español esté en buena condición.

Sería la segunda Copa de los Mosqueteros para el serbio, el grande que menos veces ha celebrado, una espina clavada en su ambición que, de nuevo, buscará sacarse este año. De lograrlo, sumaría 18 grandes y se quedaría a uno de Nadal.

El año pasado, Djokovic tropezó con el austríaco Dominic Thiem, que disputó así su segunda final consecutiva contra Nadal, un partido que este año no podrá repetirse porque sus caminos se cruzan en semifinales.

THIEM LLAMA A LA PUERTA

El reciente ganador del Abierto de Estados Unidos demostró en Nueva York que es el aspirante más serio a desafiar el dominio de los dos gigantes.

El ruso Daniil Medvedev, en una temporada muy irregular, tiene una oportunidad de regresar al nivel del año pasado en Roland Garros.

Es uno de los estandartes de la nueva generación que, como cada año, llamará a la puerta de un torneo que, por ahora, cuando no lo ha ganado Nadal ha caído en manos de rivales veteranos.

Entre los jóvenes figura el griego Stefanos Tsitsipas, que llega con el viento de cola de su buen torneo de Hamburgo; el alemán Alexander Zverev, animado por su reciente final en Nueva York; o el italiano Matteo Berrettini. Todos ellos aspiran a batir récords de precocidad.

El camino hacia el decimotercer Roland Garros de Rafael Nadal no transitará por la primavera parisiense, como es costumbre, lo que obligará al tenista español que ha reinado sobre la tierra batida en los tres últimos lustros a afrontar un reto nuevo, ganar su torneo favorito en otoño.

Desplazado por la pandemia, el Grand Slam de tierra batida se jugará en condiciones de extrema vigilancia sanitaria, y con una situación que empeora de forma preocupante en Francia, lo que ha obligado al Gobierno a incrementar las medidas de seguridad.

Solo 1.000 espectadores podrán entrar cada día a un recinto que no mostrará el bullicio de ocasiones anteriores. Será una edición singular, en el que las lluvias del otoño pondrán a prueba el recién construido techo retráctil de la pista central, que en cualquier caso no estará al abrigo de las bajas temperaturas.

En busca de su vigésimo Grand Slam, que le igualaría con el suizo Roger Federer, Nadal tendrá que poner a prueba su legendaria capacidad de adaptación, de reinventarse para ganar, la misma receta que le ha permitido elaborar un excelso palmarés incluso allí donde no se le esperaba.

Hasta ahora, Roland Garros ha sido su reino, domesticado con puño de hierro, con tan solo dos derrotas concedidas en sus pistas. Un torneo del que parece controlar cada detalle, un esquema que este año tendrá que construir desde cero para mantener su hegemonía sobre tierra batida.

Por si todos los cambios impuestos por la COVID-19 fueran pocos, los organizadores han introducido otro, unas bolas diferentes, que pican menos, y que también exigirá un reto de adaptación al mallorquín.

SIN RÉCORDS

A Nadal no le quedan récords por batir en Roland Garros, pero la nueva situación puede servirle para encontrar una motivación suplementaria.

La derrota en Roma contra el argentino Diego Schwartzman dejó claro que no será un paseo. Por vez primera, Nadal desembarca este año en el Grand Slam de tierra sin ningún torneo en su palmarés sobre esa superficie.

La temporada irregular ha perturbado la preparación de todos los tenistas y, en el caso de Nadal, su tradicional planificación que conducía siempre a París.

Frente al español, el serbio Novak Djokovic, que conservará el número 1 del mundo pase lo que pase en esta quincena, aparece como su principal rival. Su victoria en Roma vuelve a posicionarle como el tenista completo que es, con la asignatura pendiente de arrebatar a Nadal el Grand Slam de tierra batida en un año en el que el español esté en buena condición.

Sería la segunda Copa de los Mosqueteros para el serbio, el grande que menos veces ha celebrado, una espina clavada en su ambición que, de nuevo, buscará sacarse este año. De lograrlo, sumaría 18 grandes y se quedaría a uno de Nadal.

El año pasado, Djokovic tropezó con el austríaco Dominic Thiem, que disputó así su segunda final consecutiva contra Nadal, un partido que este año no podrá repetirse porque sus caminos se cruzan en semifinales.

THIEM LLAMA A LA PUERTA

El reciente ganador del Abierto de Estados Unidos demostró en Nueva York que es el aspirante más serio a desafiar el dominio de los dos gigantes.

El ruso Daniil Medvedev, en una temporada muy irregular, tiene una oportunidad de regresar al nivel del año pasado en Roland Garros.

Es uno de los estandartes de la nueva generación que, como cada año, llamará a la puerta de un torneo que, por ahora, cuando no lo ha ganado Nadal ha caído en manos de rivales veteranos.

Entre los jóvenes figura el griego Stefanos Tsitsipas, que llega con el viento de cola de su buen torneo de Hamburgo; el alemán Alexander Zverev, animado por su reciente final en Nueva York; o el italiano Matteo Berrettini. Todos ellos aspiran a batir récords de precocidad.

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