/ viernes 1 de noviembre de 2019

“Lo bonito del toreo es el silencio”: Pablo Aguado

Debuta hoy en tierras mexicanas, en la plaza de Juriquilla, con la ilusión de volver muchas veces más

“El camino es ser la mejor versión de sí mismo”, dice quien busca torear lo más sencillo y despacio posible


“Lo bonito del toreo es el silencio. El silencio expectante. El silencio, en el toro y en la vida, es lo más bonito”.

Lo dice sin ápice de duda, sentado en el mullido sillón que le han escogido para presentarse, de uno en uno, con los medios de comunicación queretanos. Lo dice con el bagaje adquirido a sus veintiocho años, con una carrera tras los estudios profesionales, llevada a su propio ritmo.

Y Pablo Aguado lo hace, claro está, recordando aquella tarde en Las Ventas de Madrid, cuando el silencio sepulcral se apoderó de la plaza para verlo torear con todos los sentidos puestos en la emoción de su muleta.

“Busco la sencillez”, repite como siempre que le preguntan sobre ese su toreo que le ha dado calor y sabor a la temporada taurina 2019 en el viejo mundo. “Hacer las cosas delante del público lo más sencillo posible, lo más natural posible y lo más despacio posible” Y luego remata con una verdad que puede ser difícil de entender por las mayorías, pero que es inobjetable: “Hay días que saldrá y otros en los que no, y en normal que no salga, porque es muy difícil, pero cuando sale, tengo la sensación de que eso es lo que busco”.

El triunfador de Sevilla lleva apenas tres días en México, donde ya probó la embestida del toro mexicano en el campo, y también, claro está, la comida de estas tierras y su tequila. “Lo hemos probado, con medida, pero se ha probado… Y se probará”, asevera con esa misma seriedad que se le ve en el ruedo, sólo que ahora enfundado en un saco azul y con una grabadora enfrente.

Pablo Aguado es, además de torero, un profesionista. Cursó, antes de doctorarse en Tauromaquia, la licenciatura en Administración y Dirección de Empresas. Sabe bien lo que dice y cómo lo dice. No hay dudas en la voz, ni en el sentir.

“Lo considero muy positivo”, dice sobre el haber estudiado una carrera universitaria y haber postergado un tanto su trayectoria como torero. “A los chavales, a los novilleros que encuentro, les digo que lo primero es estudiar, porque te da una mentalidad sobre la vida superior a quien no ha tenido la suerte de poder estudiar. Te da un carácter de responsabilidad, y el hecho de empezar más tarde en el esto, te hace tener una conciencia más clara de lo positivo y lo negativo que tiene el toreo. Cuando decides ser torero con una madurez mental avanzada, decides serlo con todas las consecuencias, y no con la inocencia de un niño”.

“No, no soy partidario de salir a una plaza para ser mejor que nadie”, contesta cuando le inquieren sobre aquellas rivalidades, hoy aparentemente extintas de los toreros de época. “Uno tiene que salir a la plaza queriendo ser mejor que nadie, sí, pero el camino es conseguir ser la mejor versión de uno mismo, compitiendo contigo mismo, mejorando lo hecho el día anterior. El toreo no es competencia; es compartir tu interior con los aficionados. Todos queremos ser el mejor, pero no se puede ser el mejor queriendo el mal de otros, sino tu propia mejoría”.

Este viernes Aguado pisará, por primera vez en su carrera taurina, un coso mexicano, y éste será el de Provincia Juriquilla. “Es una plaza muy agradable para los toreros, por el calor que te da la afición”, asegura, quien después hará el paseíllo en las monumentales de Aguascalientes y de México. Y de este país, al que quiere regresar muchas veces, sólo ha recibido en estos días cariño y hospitalidad. “Me han recibido de una manera inmejorable y tengo la ilusión de volver muchos años.

Le pedimos que haga un recuento de su impresionante temporada europea, donde destacaron, desde luego, las tardes de Sevilla, donde cortó cuatro orejas y salió a hombros por la Puerta del Príncipe, y Madrid, la del sepulcral silencio para admirar su toreo; pero él también tiene otros recuerdos, marcados indeleblemente en el alma:

“Indudablemente, Sevilla y Madrid han sido los momentos álgidos de la temporada, y seguramente los que hagan que hoy estemos aquí, pero ha habido otros momentos, a los que quizá no se les de la misma importancia, pero para mí, personalmente, han sido muy importantes”, recuerda. “Desde la primera toma de contacto de la temporada, en Valencia, que me sirvió mucho, a aquella de Huelva, o la tarde de Ronda, porque para mí era un sueño, desde niño, hacer el paseíllo en esa plaza, por la exclusividad y lo bonito que supone torear ahí”.

Este viernes con el que inicia el noviembre del año más importante de su carrera, Pablo Aguado lidiará, en Juriquilla, dos toros de la ganadería de don Fernando de la Mora. Ahí, en esa arena, empezaremos a descubrir en este país el arte de un torero que hizo enmudecer a Madrid, con ese silencio expectante que, a decir de él mismo, es lo más bello de la vida.


“El camino es ser la mejor versión de sí mismo”, dice quien busca torear lo más sencillo y despacio posible


“Lo bonito del toreo es el silencio. El silencio expectante. El silencio, en el toro y en la vida, es lo más bonito”.

Lo dice sin ápice de duda, sentado en el mullido sillón que le han escogido para presentarse, de uno en uno, con los medios de comunicación queretanos. Lo dice con el bagaje adquirido a sus veintiocho años, con una carrera tras los estudios profesionales, llevada a su propio ritmo.

Y Pablo Aguado lo hace, claro está, recordando aquella tarde en Las Ventas de Madrid, cuando el silencio sepulcral se apoderó de la plaza para verlo torear con todos los sentidos puestos en la emoción de su muleta.

“Busco la sencillez”, repite como siempre que le preguntan sobre ese su toreo que le ha dado calor y sabor a la temporada taurina 2019 en el viejo mundo. “Hacer las cosas delante del público lo más sencillo posible, lo más natural posible y lo más despacio posible” Y luego remata con una verdad que puede ser difícil de entender por las mayorías, pero que es inobjetable: “Hay días que saldrá y otros en los que no, y en normal que no salga, porque es muy difícil, pero cuando sale, tengo la sensación de que eso es lo que busco”.

El triunfador de Sevilla lleva apenas tres días en México, donde ya probó la embestida del toro mexicano en el campo, y también, claro está, la comida de estas tierras y su tequila. “Lo hemos probado, con medida, pero se ha probado… Y se probará”, asevera con esa misma seriedad que se le ve en el ruedo, sólo que ahora enfundado en un saco azul y con una grabadora enfrente.

Pablo Aguado es, además de torero, un profesionista. Cursó, antes de doctorarse en Tauromaquia, la licenciatura en Administración y Dirección de Empresas. Sabe bien lo que dice y cómo lo dice. No hay dudas en la voz, ni en el sentir.

“Lo considero muy positivo”, dice sobre el haber estudiado una carrera universitaria y haber postergado un tanto su trayectoria como torero. “A los chavales, a los novilleros que encuentro, les digo que lo primero es estudiar, porque te da una mentalidad sobre la vida superior a quien no ha tenido la suerte de poder estudiar. Te da un carácter de responsabilidad, y el hecho de empezar más tarde en el esto, te hace tener una conciencia más clara de lo positivo y lo negativo que tiene el toreo. Cuando decides ser torero con una madurez mental avanzada, decides serlo con todas las consecuencias, y no con la inocencia de un niño”.

“No, no soy partidario de salir a una plaza para ser mejor que nadie”, contesta cuando le inquieren sobre aquellas rivalidades, hoy aparentemente extintas de los toreros de época. “Uno tiene que salir a la plaza queriendo ser mejor que nadie, sí, pero el camino es conseguir ser la mejor versión de uno mismo, compitiendo contigo mismo, mejorando lo hecho el día anterior. El toreo no es competencia; es compartir tu interior con los aficionados. Todos queremos ser el mejor, pero no se puede ser el mejor queriendo el mal de otros, sino tu propia mejoría”.

Este viernes Aguado pisará, por primera vez en su carrera taurina, un coso mexicano, y éste será el de Provincia Juriquilla. “Es una plaza muy agradable para los toreros, por el calor que te da la afición”, asegura, quien después hará el paseíllo en las monumentales de Aguascalientes y de México. Y de este país, al que quiere regresar muchas veces, sólo ha recibido en estos días cariño y hospitalidad. “Me han recibido de una manera inmejorable y tengo la ilusión de volver muchos años.

Le pedimos que haga un recuento de su impresionante temporada europea, donde destacaron, desde luego, las tardes de Sevilla, donde cortó cuatro orejas y salió a hombros por la Puerta del Príncipe, y Madrid, la del sepulcral silencio para admirar su toreo; pero él también tiene otros recuerdos, marcados indeleblemente en el alma:

“Indudablemente, Sevilla y Madrid han sido los momentos álgidos de la temporada, y seguramente los que hagan que hoy estemos aquí, pero ha habido otros momentos, a los que quizá no se les de la misma importancia, pero para mí, personalmente, han sido muy importantes”, recuerda. “Desde la primera toma de contacto de la temporada, en Valencia, que me sirvió mucho, a aquella de Huelva, o la tarde de Ronda, porque para mí era un sueño, desde niño, hacer el paseíllo en esa plaza, por la exclusividad y lo bonito que supone torear ahí”.

Este viernes con el que inicia el noviembre del año más importante de su carrera, Pablo Aguado lidiará, en Juriquilla, dos toros de la ganadería de don Fernando de la Mora. Ahí, en esa arena, empezaremos a descubrir en este país el arte de un torero que hizo enmudecer a Madrid, con ese silencio expectante que, a decir de él mismo, es lo más bello de la vida.


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