El futbol mexicano atraviesa un momento de oscuridad. La crisis del balompié está en un momento álgido: sus protagonistas se encuentran en una total anarquía y los seguidores, lejos de provocar que el río vuelva a su cauce, lo alebrestan más.
El pasado fin de semana fue la clara prueba de ello. El jueves de Ascenso MX se canceló debido a la ola de violencia que azotó a Culiacán, Sinaloa por la captura de Ovidio Guzmán, uno de los capos más importantes del Cartel de Sinaloa.
Un día después, pero en otra latitud de la República Mexicana, los Tiburones Rojos del Veracruz protestaron en el terreno de juego contra la falta de pagos por parte de la directiva encabezada por Fidel Kuri. Los futbolistas se quedaron inmóviles cuatro minutos en el arranque de su duelo contra Tigres y la visita mostró nula solidaridad al marcar dos goles.
La cereza en el pastel fue la batalla campal entre aficionados de Querétaro y San Luis que se vivió el domingo en el estadio Alfonso Lastras. La trifulca fue tal, que el encuentro se vio suspendido en la recta final.