/ martes 27 de noviembre de 2018

El mejor Diego Ventura llega a la Santa María

La Santa María ha sido la plaza en la que debuté en México y corté cuatro orejas y un rabo: Ventura

TEQUISQUIAPAN, Qro. (OEM). - “Ese ha sido el secreto del triunfo en toda mi carrera: Un torero nunca debe pensar en lo que hizo, sino en lo que tiene por hacer”.

Diego Ventura, el rejoneador más importante del mundo, acaba de bajar de “Prestigio”, uno de los trece caballos de su cuadra que ha traído a nuestro país. Aún parece emocionarse un poco con el recuerdo del histórico rabo en Madrid y el indulto de “Fantasma” en la México, pero aún así sostiene con una sonrisa: “Cuando uno se retire habrá mucho tiempo para pensar en lo que se hizo”.

Le pregunto sobre lo que son para él los trofeos que se pueden cortar en una plaza de toros, las orejas que son tan apreciadas y que ahora parecen ser vitales para sumar a las estadísticas.

“Son etapas. Cuando comenzaba, lo que me interesaba era cortar las orejas; no tenía otra meta que salir a hombros con orejas en la manos”, recuerda; “en estos momentos, después de todo lo conseguido , después de tener mi carrera en la cima, mi obsesión no son las orejas, mi obsesión es sentirme como torero, porque curiosamente cuando te sientes torero es cuando realmente le llegas al público, cuando realmente los tenidos se emocionan, y curiosamente, es cuando más fácil se cortan las orejas”.

Pero ¿qué tanto ha cambiado el torero, y el hombre, entre la primera de esas diecisiete puertas grandes en Madrid y la más reciente, en la pasada Feria de Otoño? Para él, ambas han sido similares, pese al paso del tiempo.

“Como es lógico, cambié mucho, maduré, y mi forma de torear también cambió muchísimo, pero si en la primera hubo una emoción especial por la necesidad de alcanzar esa puerta grande, en la última hubo esa emoción, porque me encerraba con seis toros y era el primer rejoneador en la historia en hacerlo. Ambas son de esas tardes en que debes tener el triunfo sí o sí”, recapitula, para luego hacer una confesión sobre la ocasión en que abrió la puerta grande madrileña por primera vez: “Aquella tarde era el último cartucho, y si no llegaba esa puerta grande, si no rodaban las cosas, tenía pensado retirarme. Ya lo había hablado con mis padres”.

Por un momento, el hubiera tomó forma en la tranquilidad de la hacienda, apenas roto el silencio con el paso de los caballos que caminan a la espera de su regreso. ¿Qué hubiera sido del toreo a caballo si aquel Ventura de la primera puerta grande venteña se hubiese retirado? Los moldes no se hubiesen roto y la historia no se hubiese escrito.

LA MÉXICO

Lo recuerdo toreando con calidad con la muleta, en el ruedo de la México, cuando el indulto de “Fantasma” se había cristalizado, y le suelto una pregunta lógica, a pesar de su historia, desde niño, al lado de los caballos: ¿Le hubiera gustado ser toreo de a pie?

“Sí, me hubiera encantado, porque además es algo que se me ha pasado muchas veces por la cabeza”, confiesa. “Sería algo histórico, porque ha habido muchos toreros de a pie que luego, al retirarse, se convirtieron en rejoneadores, pero nunca ha habido un rejoneador que se convierta en torero de a pie”. Y punto y seguido me quita la ilusión de un nuevo acontecimiento histórico por venir: “He matado muchos toros en el campo, pero una cosa es torear un buen toro y otro es torear ese medio toro que sale a diario. Así que estoy completamente seguro de que yo a pie no estaría al mismo nivel que como rejoneador. Entonces, por eso mismo, se me quita siempre de la cabeza la idea”.

A la conversación llegan caballos inolvidables, como aquellos que fueron sus maestros en los inicios de su carrera, y también los toros que marcaron su trayectoria. De entre estos, destaca un burel lidiado en León, “Casperito” de nombre, o aquel “Perdido”, que en Murcia hizo historia al convertirse en el primer toro de rejones en ser indultado. Esa historia que Ventura esté empeñado en escribir.

En esta nuestra conversación bajo el cielo queretano no rehúye hablar incluso de lo que sucede fuera de los ruedos; eso que le ha excluido de muchas plazas en Europa, y también en México, y no necesita mencionar el nombre de Pablo Hermoso de Mendoza para que, en sus palabras, aparezca, como una sombra hecha carne.

“Antiguamente, cuando me quedaba fuera de alguna feria me dolía, no por quedarme fuera de la feria, sino por quedarme sin dinero para darle de comer a mi familia. Al día de hoy, que las cosas cambiaron y me va todo tan bien, me da mucha pena por los aficionados, porque yo siempre he tenido en mi mente que nosotros, todos, vivimos gracias al público y no podemos permitir que cuando el público quiere ver a alguien no se lo demos. Ahora, después de veinte años de alternativa, del rabo y diecisiete puertas grandes en Madrid, de diez Puertas del Príncipe en Sevilla, el que no haya debutado en Pamplona, o en Logroño, o aquí en México, en León o en Monterrey, donde curiosamente el empresario es el mismo apoderado de este señor... La verdad es que, como profesional, duele, porque le estamos quitando al público lo que el público quiere ver. Por otro lado, estoy deseando que las aguas vuelvan a su cauce y que se opere dentro de la cordura y de la lógica”.

QUERÉTARO

Ventura ha estado trabajando durante horas con su cuadra en la hacienda que ha escogido como cuartel general y guarida en esta nueva incursión en las plazas mexicanas, tras seis años de ausencia. Aún le faltan algunas más en esta templada tarde que empieza a despedirse, como nosotros. Tendrá en la Santa María de Querétaro, a la que considera su “talismán”, su próximo compromiso. “Ha sido la plaza en la que debuté en México y corté cuatro orejas y un rabo. Gracias a ese día se me abrieron muchas puertas”, dice sobre el coso que ahora retoma Nicolás González como empresario. “El regreso a ella me provoca una emoción tremenda y ojalá que sea una bonita noche y todos disfrutemos de la corrida”.

Tras los muros de piedra de la añeja construcción que guarda los secretos de su pasión, en el pueblo de El Ciervo, un sencillo establecimiento parece rendirle homenaje: “Miscelánea Ventura”.

TEQUISQUIAPAN, Qro. (OEM). - “Ese ha sido el secreto del triunfo en toda mi carrera: Un torero nunca debe pensar en lo que hizo, sino en lo que tiene por hacer”.

Diego Ventura, el rejoneador más importante del mundo, acaba de bajar de “Prestigio”, uno de los trece caballos de su cuadra que ha traído a nuestro país. Aún parece emocionarse un poco con el recuerdo del histórico rabo en Madrid y el indulto de “Fantasma” en la México, pero aún así sostiene con una sonrisa: “Cuando uno se retire habrá mucho tiempo para pensar en lo que se hizo”.

Le pregunto sobre lo que son para él los trofeos que se pueden cortar en una plaza de toros, las orejas que son tan apreciadas y que ahora parecen ser vitales para sumar a las estadísticas.

“Son etapas. Cuando comenzaba, lo que me interesaba era cortar las orejas; no tenía otra meta que salir a hombros con orejas en la manos”, recuerda; “en estos momentos, después de todo lo conseguido , después de tener mi carrera en la cima, mi obsesión no son las orejas, mi obsesión es sentirme como torero, porque curiosamente cuando te sientes torero es cuando realmente le llegas al público, cuando realmente los tenidos se emocionan, y curiosamente, es cuando más fácil se cortan las orejas”.

Pero ¿qué tanto ha cambiado el torero, y el hombre, entre la primera de esas diecisiete puertas grandes en Madrid y la más reciente, en la pasada Feria de Otoño? Para él, ambas han sido similares, pese al paso del tiempo.

“Como es lógico, cambié mucho, maduré, y mi forma de torear también cambió muchísimo, pero si en la primera hubo una emoción especial por la necesidad de alcanzar esa puerta grande, en la última hubo esa emoción, porque me encerraba con seis toros y era el primer rejoneador en la historia en hacerlo. Ambas son de esas tardes en que debes tener el triunfo sí o sí”, recapitula, para luego hacer una confesión sobre la ocasión en que abrió la puerta grande madrileña por primera vez: “Aquella tarde era el último cartucho, y si no llegaba esa puerta grande, si no rodaban las cosas, tenía pensado retirarme. Ya lo había hablado con mis padres”.

Por un momento, el hubiera tomó forma en la tranquilidad de la hacienda, apenas roto el silencio con el paso de los caballos que caminan a la espera de su regreso. ¿Qué hubiera sido del toreo a caballo si aquel Ventura de la primera puerta grande venteña se hubiese retirado? Los moldes no se hubiesen roto y la historia no se hubiese escrito.

LA MÉXICO

Lo recuerdo toreando con calidad con la muleta, en el ruedo de la México, cuando el indulto de “Fantasma” se había cristalizado, y le suelto una pregunta lógica, a pesar de su historia, desde niño, al lado de los caballos: ¿Le hubiera gustado ser toreo de a pie?

“Sí, me hubiera encantado, porque además es algo que se me ha pasado muchas veces por la cabeza”, confiesa. “Sería algo histórico, porque ha habido muchos toreros de a pie que luego, al retirarse, se convirtieron en rejoneadores, pero nunca ha habido un rejoneador que se convierta en torero de a pie”. Y punto y seguido me quita la ilusión de un nuevo acontecimiento histórico por venir: “He matado muchos toros en el campo, pero una cosa es torear un buen toro y otro es torear ese medio toro que sale a diario. Así que estoy completamente seguro de que yo a pie no estaría al mismo nivel que como rejoneador. Entonces, por eso mismo, se me quita siempre de la cabeza la idea”.

A la conversación llegan caballos inolvidables, como aquellos que fueron sus maestros en los inicios de su carrera, y también los toros que marcaron su trayectoria. De entre estos, destaca un burel lidiado en León, “Casperito” de nombre, o aquel “Perdido”, que en Murcia hizo historia al convertirse en el primer toro de rejones en ser indultado. Esa historia que Ventura esté empeñado en escribir.

En esta nuestra conversación bajo el cielo queretano no rehúye hablar incluso de lo que sucede fuera de los ruedos; eso que le ha excluido de muchas plazas en Europa, y también en México, y no necesita mencionar el nombre de Pablo Hermoso de Mendoza para que, en sus palabras, aparezca, como una sombra hecha carne.

“Antiguamente, cuando me quedaba fuera de alguna feria me dolía, no por quedarme fuera de la feria, sino por quedarme sin dinero para darle de comer a mi familia. Al día de hoy, que las cosas cambiaron y me va todo tan bien, me da mucha pena por los aficionados, porque yo siempre he tenido en mi mente que nosotros, todos, vivimos gracias al público y no podemos permitir que cuando el público quiere ver a alguien no se lo demos. Ahora, después de veinte años de alternativa, del rabo y diecisiete puertas grandes en Madrid, de diez Puertas del Príncipe en Sevilla, el que no haya debutado en Pamplona, o en Logroño, o aquí en México, en León o en Monterrey, donde curiosamente el empresario es el mismo apoderado de este señor... La verdad es que, como profesional, duele, porque le estamos quitando al público lo que el público quiere ver. Por otro lado, estoy deseando que las aguas vuelvan a su cauce y que se opere dentro de la cordura y de la lógica”.

QUERÉTARO

Ventura ha estado trabajando durante horas con su cuadra en la hacienda que ha escogido como cuartel general y guarida en esta nueva incursión en las plazas mexicanas, tras seis años de ausencia. Aún le faltan algunas más en esta templada tarde que empieza a despedirse, como nosotros. Tendrá en la Santa María de Querétaro, a la que considera su “talismán”, su próximo compromiso. “Ha sido la plaza en la que debuté en México y corté cuatro orejas y un rabo. Gracias a ese día se me abrieron muchas puertas”, dice sobre el coso que ahora retoma Nicolás González como empresario. “El regreso a ella me provoca una emoción tremenda y ojalá que sea una bonita noche y todos disfrutemos de la corrida”.

Tras los muros de piedra de la añeja construcción que guarda los secretos de su pasión, en el pueblo de El Ciervo, un sencillo establecimiento parece rendirle homenaje: “Miscelánea Ventura”.

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