Otro de los grandes personajes en la historia mexicana es Ignacio Allende, a quien el historiador Jorge Flores, quien lleva 18 años estudiando la historia de los hechos y personajes de la independencia lo describe como un excelente jinete a caballo y el hombre con más romances en su pueblo natal San Miguel el Grande, Guanajuato. Perteneciente a una de las familias más acaudaladas del bajío, el joven Allende tenía dos grandes pasiones, los jaripeos y las mujeres y ambas debilidades le dejarían profundas huellas, como cuando un caballo lo lastimo tan fuerte, que casi le cuesta la vida, derivado de ello le quedaría la nariz con una notable cicatriz.
Y con respecto a sus amores, Jorge Flores el historiador, dice que tras haber cortejado a las mujeres más bellas, además de meterse en líos de faldas por su debilidad ante sus encantos, finalmente se enamoró perdidamente de la cuñada de Juan Aldama, quien era viuda de su hermano, Benito Aldama, de nombre, María de la Luz Agustina de las Fuentes y Vallejo. Poco le importó al apuesto militar las habladurías y contrajo matrimonio con la viuda en el Santuario de Atotonilco, pero la desgracia lo tenía marcado y a los seis meses de la unión, María de la Luz falleció.
Cuenta el historiador durante la entrevista a Diario de Querétaro, que Allende tenía la edad de siete años cuando conoció a quien se convirtió en su mejor amigo y aliado, Juan Aldama González, ya que estudiaban en el colegio de San Francisco de Sales. Cuando era ya un joven, Ignacio ingresó en el Ejército Virreinal con el grado de Alférez, donde se distinguió por ser un militar audaz e intrépido, razón por la que se le ascendió rápidamente a teniente. Para 1808 los novohispanos recibieron con incredulidad la noticia que de que el Rey Fernando, así como su padre Don Carlos IV fueron hechos prisioneros por Napoleón quien impuso a su hermano José Bonaparte como nuevo rey del Imperio español, y está noticia fue la que motivó al miliciano a preparar un ambicioso plan el cual consistió en propagar el disgusto que los americanos sentían por los españoles, para que la soberanía regresara al pueblo, en la ausencia del rey y de esa manera preparar la defensa de la Nueva España ante un posible ataque de los franceses.
Este plan tuvo eco en Santiago de Querétaro, donde fue apoyado por el Corregidor de letras de aquella ciudad, Miguel Domínguez, su esposa Josefa Ortiz y más de 400 personas entre mujeres y hombres. Fue así que para no levantar sospechas los inconformes se reunieron, en casa de Domínguez con el pretexto de una academia literaria, también se sabe según lo relata el historiador David Guerrero, a quién también consultamos,del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, que no sólo ahí se hacían estas juntas clandestinas, también lo hacían en diferentes casas como la de los hermanos, Emeterio y Epigmenio González, entre otros.
Con todo este plan, Allende invitó al párroco de la iglesia de Dolores en Guanajuato, Miguel Hidalgo y Costilla para ser el líder de la rebelión y como la historia lo relata la conspiración fue descubierta y dio paso al famoso llamado del 15 de septiembre, donde a estos personajes les dieron la alerta, pero por sus diferentes maneras de pensar estratégicamente, reaccionaron de formas opuestas, Allende propuso que se ocultaran hasta el día 1 de octubre, fecha programada para iniciar la lucha, mientras que Hidalgo insistió en que el levantamiento debía comenzar aquella misma madrugada del domingo 16 de septiembre de 1810, haciendo sonar las campanas de su parroquia.Estos desacuerdos llegaron al quiebre definitivo en noviembre de 1810, cuando el cura decidió marchar a Guadalajara.
La profesora e investigadora de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Adriana Rivas de la Chica, refirió en sus escritos: “El su segundo al mando se quedó en Guanajuato, a la espera del ejército de Félix María Calleja, por lo que necesitó refuerzos, pidió apoyo para esa plaza que tanto costó ganar; al no recibir respuesta, Allende le mandó decir que, si no llegaba, entendería que peleaban en bandos distintos”.
Tras el rompimiento, decide viajar con su tropa a los Estados Unidos, donde aparentemente serían recibidos en Acatita de Baján, Coahuila, pero fueron traicionados por Ignacio Elizondo, quien se hizo pasar por uno de los insurgentes y fue trasladado a Chihuahua junto con Juan Aldama, Mariano Jiménez, Mariano Abasolo y muchos más, a los que se les declararía la pena capital por traición al rey y a la patria. Finalmente sus cabezas fueron colgadas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato. El historiador, Jorge Flores revela que el miliciano antes de morir, mencionó: “Muero con el orgullo, de ser el primer perturbador de la quietud de esta América” .