/ martes 1 de diciembre de 2020

Muere Irina Antónova, la matriarca de los museos rusos

Quien "Era el símbolo de las actividades museísticas del siglo XX", y presidenta del Museo Pushkin desde 1961, falleció a los 98 años de edad

La presidenta del Museo Pushkin, Irina Antónova, considerada la matriarca del arte en Rusia, murió hoy a los 98 años después de encabezar dicha institución desde 1961.

"Era el símbolo de las actividades museísticas del siglo XX", dijo Mijaíl Piotrovski, director del Hermitage de San Petersburgo.

Antónova, que dirigió el Museo de Bellas Artes de Moscú hasta 2013, cuando asumió la presidencia de honor, llegó al Pushkin directamente de la universidad en abril de 1945, un mes antes del fin de la guerra con Alemania.

"Fue una magnífica directora. Siempre fue femenina, elegante y culta y, al mismo tiempo, dura, severa, pragmática y experta en lo que hacía. Todo eso junto es muy importante para un museo", insistió Piotrovski.

El Kremlin expresó sus condolencias y destacó que el presidente ruso, Vladímir Putin, conocía personalmente a Antónova y valoraba altamente su "gran conocimiento" de la historia del arte.

La oficina de prensa del museo informó de que Antónova había contraído recientemente el coronavirus, lo que agravó las afecciones crónicas que ya sufría, entre las que figuraba la insuficiencia cardíaca.

"El arte nos hace mejores. Es alegría y felicidad. Nos hace descubrir en nosotros mismos capacidades que desconocíamos", señaló a Efe Antónova en 2016 en el vetusto despacho que ocupó durante varias décadas.

Pese a las limitaciones que imponía la Guerra Fría, Antónova siempre fue partidaria de cooperar con los museos de Occidente, lo que le ha granjeado una admiración y un prestigio internacional al alcance de pocos.

Uno de sus mayores éxitos fue traer en 1974 a Moscú "La Gioconda" de Leonardo Da Vinci, que causó un revuelo hasta entonces desconocido en la pacata Unión Soviética.

En 2016 Antónova demostró que no había perdido ni un ápice de sus facultades, ya que en el Pushkin aterrizó "Olympia" (1863) de Eduard Manet, uno de los desnudos más famosos de la historia de la pintura.

El lienzo, considerado precursor del Impresionismo, abandonó París (Museo de Orsay) sólo por segunda vez en el último siglo y medio.

En su opinión, el arte no sólo pueden ser imágenes bucólicas o retratos de bellas mujeres y ponía como ejemplo "Saturno devorando a su hijo" o "Los fusilamientos del 3 de mayo" de Goya.

Detrás de su aspecto frágil, había una mujer de firmes principios, como cuando se opuso a la devolución a Alemania de todas las obras de arte que el Ejército soviético se apropió durante la Segunda Guerra Mundial.

"Uno no puede invadir un país y destruir las raíces de su cultura como hicieron los alemanes. Ésta es una lección de historia para todo el mundo", dijo Antónova a la prensa alemana en 2012, ya que el Pushkin acoge no pocas de esas obras reclamadas por Berlín.

Antónova fue relevada como directora en 2013 debido a su avanzada edad, pero el Ministerio de Cultura creó especialmente para ella el cargo de presidenta del Pushkin.

La presidenta del Museo Pushkin, Irina Antónova, considerada la matriarca del arte en Rusia, murió hoy a los 98 años después de encabezar dicha institución desde 1961.

"Era el símbolo de las actividades museísticas del siglo XX", dijo Mijaíl Piotrovski, director del Hermitage de San Petersburgo.

Antónova, que dirigió el Museo de Bellas Artes de Moscú hasta 2013, cuando asumió la presidencia de honor, llegó al Pushkin directamente de la universidad en abril de 1945, un mes antes del fin de la guerra con Alemania.

"Fue una magnífica directora. Siempre fue femenina, elegante y culta y, al mismo tiempo, dura, severa, pragmática y experta en lo que hacía. Todo eso junto es muy importante para un museo", insistió Piotrovski.

El Kremlin expresó sus condolencias y destacó que el presidente ruso, Vladímir Putin, conocía personalmente a Antónova y valoraba altamente su "gran conocimiento" de la historia del arte.

La oficina de prensa del museo informó de que Antónova había contraído recientemente el coronavirus, lo que agravó las afecciones crónicas que ya sufría, entre las que figuraba la insuficiencia cardíaca.

"El arte nos hace mejores. Es alegría y felicidad. Nos hace descubrir en nosotros mismos capacidades que desconocíamos", señaló a Efe Antónova en 2016 en el vetusto despacho que ocupó durante varias décadas.

Pese a las limitaciones que imponía la Guerra Fría, Antónova siempre fue partidaria de cooperar con los museos de Occidente, lo que le ha granjeado una admiración y un prestigio internacional al alcance de pocos.

Uno de sus mayores éxitos fue traer en 1974 a Moscú "La Gioconda" de Leonardo Da Vinci, que causó un revuelo hasta entonces desconocido en la pacata Unión Soviética.

En 2016 Antónova demostró que no había perdido ni un ápice de sus facultades, ya que en el Pushkin aterrizó "Olympia" (1863) de Eduard Manet, uno de los desnudos más famosos de la historia de la pintura.

El lienzo, considerado precursor del Impresionismo, abandonó París (Museo de Orsay) sólo por segunda vez en el último siglo y medio.

En su opinión, el arte no sólo pueden ser imágenes bucólicas o retratos de bellas mujeres y ponía como ejemplo "Saturno devorando a su hijo" o "Los fusilamientos del 3 de mayo" de Goya.

Detrás de su aspecto frágil, había una mujer de firmes principios, como cuando se opuso a la devolución a Alemania de todas las obras de arte que el Ejército soviético se apropió durante la Segunda Guerra Mundial.

"Uno no puede invadir un país y destruir las raíces de su cultura como hicieron los alemanes. Ésta es una lección de historia para todo el mundo", dijo Antónova a la prensa alemana en 2012, ya que el Pushkin acoge no pocas de esas obras reclamadas por Berlín.

Antónova fue relevada como directora en 2013 debido a su avanzada edad, pero el Ministerio de Cultura creó especialmente para ella el cargo de presidenta del Pushkin.

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