Martín lleva más de 10 años dando vida y reparando violines, violas y violonchelos; una profesión que afirma es para ermitaños
No hay arte más humilde que el de reparar, ajustar y darle vida a instrumentos de cuerda. Martín Reséndiz creció aprendiendo a tocar la guitarra y estableció un lazo con la música que pronto se convertiría en su oficio de vida.
Al finalizar la licenciatura en Laudería, emprendió un viaje a Alemania durante seis meses para especializarse y mejorar su técnica. A su regreso en Querétaro, estableció su propio “Estudio de Laudería Guarneri” en la calle Morelos.
Desafortunadamente cuando la pandemia llegó, Martín tuvo que cerrar su local pero encontró en su hogar un nuevo espacio para la laudería y continuar ofreciendo durante más de 10 años servicio a clientes que provienen de todas partes de México y Estados Unidos.
Martín menciona que para fabricar un violín o una viola dura aproximadamente entre cuatro y seis meses dependiendo de la carga de trabajo, por otro lado, para hacer un violonchelo puede tardar hasta un año o un año y medio.
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El estilo de vida del laudero es como de ermitaño, agrega, pues suele estar todo el tiempo en el taller, absorto en la pieza de arte que fabrica; pero es el oficio que le apasiona y parte de su legado es su hijo quien ahora aprende a tocar el violín.