Más de dos horas lo vimos golpear con un mazo la gruesa placa de concreto que resguardaba el cadáver de una mujer que había sido sepultada en el 2012. Ser exhumador, es un trabajo duro pues dependiendo el tipo de tumba, será el trabajo que implique abrirla.
Desde que era niño, “Juan” recuerda que acarreaba el agua para regar las plantas de los sepulcros o limpiarlos, es una tradición de familia pues su papá trabaja en un cementerio y fue quien les heredó el apego por este oficio.
“Tienes que tener los nervios y el estómago bien duro para aguantar el terror y el olor… Hemos sacado cuerpos cuando tienen alrededor de ocho meses, me tengo que meter en el hoyo para empujarlo hacia arribar y luego todo el caldo (líquidos que desprende el cuerpo) se me viene encima. Todo eso no te lo imaginas pero alguien lo tiene qué hacer”, relata.
Le ha tocado sacar cadáveres desde los meses de sepultado hasta los 6 o más años. “Después del año (de sepultado un cuerpo) viene lo feo porque se encuentran en total descomposición. Los gusanillos se lo van echando poco a poco. Después de los cuatro años encuentras nada más huesos pero frescos, recién comidos”. Condiciones climatológicas como la lluvia y el frío mantiene fresco el cadáver, después de los cinco años ya se puede exhumar pues ya ha sido carcomido por completo, ya solamente se encuentran los huesos cafés y en algunos casos los cráneos con pelo. Como es el caso de esta exhumación.
En el mundo de los muertos también hay una parte bonita pues le gusta que llegue noviembre cuando se tapizan los cementerios de amarillo por las flores de cempasúchil y la gente visita a sus familiares fallecidos. “Qué bueno que se acuerden de este cabrón” , nos señala hacia una tumba detallada en azulejos, “es bonito cuando ves a las personas que vienen y le levantan aunque sea la tierra”.