En diciembre del año pasado la Asociación Civil José Guadalupe Ramírez Álvarez dio un paso importantísimo para cumplir la última voluntad de quien fue exrector de la UAQ y fundador de Diario de Querétaro.
La casa ubicada en la calle Escobedo, justo al lado de las antiguas instalaciones del Diario, paso a ser propiedad de la UAQ para su rescate y conversión en un espacio de estudios para toda la comunidad estudiantil.
En la fecha señalada, la casa había sido parcialmente rehabilitada en cuanto a limpieza de las habitaciones y de la basura que existían en el interior, otorgándole así nueva vida y un ambiente mucho más agradable y hogareño, sin embargo, lo que nos reúne en esta ocasión es el aspecto que la vivienda tuvo durante muchos años que permaneció abandonada; un entorno casi onírico donde imágenes de demonios y habitaciones abandonadas dieron lugar a extrañas y lúgubres vistas.
Para muestra... la biblioteca. Localizada justo frente al patio externo de la vivienda en el primer piso de la casa. Un lugar donde coloridas lámparas con formas florales colgaban del techo justo frente a los grandes ventanales y en cuyas paredes cientos de libros y diplomas del ex Director del Diario adornaban la estancia.
De ahí, un largo pasillo con libreros y sillones a los lados en cuyos muebles había cientos de fotografías y documentos además de una televisión antigua y los muebles de madera con acabados elegantes y todo esto, custodiado por pequeñas y escondidas pinturas y figuras de demonios en paredes y en rincones.
De mayor impacto visual, el estudio, lugar cuyas paredes adornadas con recortes de periódicos y lo que parecían ser boletos de lotería, complementaban la atmósfera del techo forrado con recortes de periódico y que al paso del tiempo fueron despegándose y quedando colgados, otorgando un ambiente tanto lúgubre como onírico.
Cada habitación es única, desde el baño con la tina y el espejo hasta la recamara con sus muebles y sillones, pasando por las escaleras en cuya parte inferior se encuentra pintado un demonio entre las llamas y allá, pasando los grandes árboles del patio, un amplio salón con más libreros en las paredes y rematado con un baño de elegantes acabados.
Se requerirían decenas de artículos y hojas de periódico para describir el misticismo de cada una de las habitaciones y de la casa en sí. Una vez que el inmueble sea abierto al público y a la comunidad estudiantil seguramente surgirán las leyendas y las conversaciones sobre este lugar que albergo a una de las grandes mentes del periodismo queretano; José Guadalupe Ramírez Álvarez.