En el semidesierto queretano una fábrica distribuye ataúdes a diferentes partes del país, se ubica en el municipio de Cadereyta de Montes y apenas lleva seis años operando bajo el nombre Ataúdes San Antonio.
Heriberto Ocampo es el encargado de este negocio familiar que abrió sus puertas en 2017. Cuenta que como muchos en su tierra, migró a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, pero siempre con la convicción de regresar a su país a abrir su propio negocio, y así lo hizo junto con su padre y hermano, aunque nunca pensó que lo harían en el sector funerario.
“No le tenemos miedo a la muerte sino respeto, es lo único seguro que hay en la vida. Existe la superstición de que puede ser nuestro ataúd el que estamos fabricando, pero solo es un mueble más”, dice el empresario queretano en entrevista con este periódico.
En poco tiempo, Ataúdes San Antonio ha logrado consolidarse dentro del sector como fabricantes, vendedores y distribuidores de ataúdes. Los envían hacia el norte y sur del país, a estados como Veracruz, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Sonora, Chihuahua, Baja California Norte, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Guanajuato.
En Querétaro venden a casi todas las funerarias de la capital, y también se han sumado a los servicios funerarios como proveedores; el negocio sigue creciendo.
Actualmente cuentan con 30 trabajadores, y diariamente fabrican entre 25 y 34 ataúdes de aglomerado y MDF “la madera del futuro”, dice Heriberto con una sonrisa: ”es que es un poco más amigable con el medioambiente”, precisa.
La fábrica cuenta con líneas de diferentes precios, calidades y tamaños, en las que manejan maderas como caoba, pino, cedro y nogal. También comercializan ataúdes de metal, que compran a otros fabricantes, y atienden pedidos especiales con grabados hechos a mano y otros aditamentos personalizados. Lo más solicitado en el mercado, asegura Heriberto, son imágenes de la Virgen.
Como en todo negocio, Ataúdes San Antonio cuenta con altas y bajas, y lo más contrastante fue en pandemia, cuando al día llegaron a duplicar su producción hasta en 60 ataúdes por jornada; pese a ello, el empresario asegura que siguen expandiéndose en el mercado, y que incluso sus ataúdes ya han cruzado la frontera hacia Estados Unidos.
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“Ya cruzan algunos de nuestros modelos pero no de la manera en que quisiéramos, porque lo hacen con algunos funerarios que nos los compran y son ellos quienes los llevan para el otro lado”.
El siguiente paso, asiente Heriberto, es comenzar a exportar sus propios ataúdes a otros países, y apoyar así al desarrollo de la industria funeraria mexicana, para que esta nunca muera.