“Fuimos los primeros en cerrar nuestros espacios y los últimos en abrir”, se escucha decir a quienes integran al gremio de las artes escénicas en el país. Y es que desde la declaración de la contingencia sanitaria por Covid-19, el sector cultural ha sido uno de los más afectados y poco considerados dentro de las políticas públicas.
Ante la precariedad laboral que se ha recrudecido con la pandemia, y la indiferencia de las instituciones, las y los artistas han echado mano de sus propios recursos , para adaptarse a la nueva normalidad.
En ese camino no solo han propuesto nuevas vías para hacer efectivos sus derechos como trabajadores, también han generado estrategias para el goce de los derechos culturales, enfatizando que el arte y la cultura también coadyuvan a mantener la salud mental y emocional de la población, sobre todo en momentos de crisis como la que ahora se vive.
Sin bajar nunca la guardia, el gremio ha sabido hacer uso de las plataformas digitales, llevando música, danza y teatro hasta los hogares de aquellos que no padecen la brecha digital.
Y para los otros, los de a pie, y sin posibilidades de pagar funciones en streaming, han llevado arte a las calles a través de peceras móviles, escaparates o desde las azoteas, que se adaptan a los protocolos sanitarios establecidos.
Sin embargo, aunque han hecho “maroma y teatro” para resistir el embate económico, en Querétaro el gremio denuncia que la falta de políticas culturales ha provocado la nueva suspensión de sus actividades, y sin posibilidad de mantener activa su labor, han tenido retroceder a los márgenes de la virtualidad hasta el 10 de enero, según las medidas del llamado “Escenario C”.
Tras evidenciar en las redes la inequidad de estas nuevas disposiciones oficiales, en las que si se permite la operatividad de centros comerciales e iglesias, el sector manifiesta estar a un paso del descalabro económico, con telones que posiblemente no podrán volver a levantarse; circos que serán abandonados por sus elencos para hacer malabares en los cruceros; músicos que tendrán que vender sus instrumentos, y una riqueza cultural que se verá mermada y que dejará en total desamparo a las próximas generaciones.