Es una danza exclusiva de participación de mujeres, característica y típica de las comunidades otomíes: San Ildefonso Tultepec y Santiago Mexquititlán, que acostumbran realizar durante las celebraciones religiosas del día de la Virgen de Guadalupe, de San Ildefonso y de Santiago apóstol, las que también, tienen un fuerte vínculo con los ciclos agrícolas de la tradición mesoamericana.
“Las fechas de su presentación están asociadas a los ciclos vitales agrícolas que hacen de la danza un ritual de gratitud y de fertilidad transformado en ritmos dancístico; es a través de las danzas que se va transmitiendo la memoria colectiva celebrando la colectividad y reciprocidad entre los habitantes de San Ildefonso y entre ellos y los santos y deidades, el agua, la tierra y el sol” como lo describe el cronista de San Juan Neftalí Sáenz, en la recopilación de información y datos sobre el tema.
Su vestuario consiste en el traje típico que ellas mismas elaboran, un sombrero adornado con largos listones de colores y ornamentos con abundantes flores de papel metalizado, un bastón –símbolo de los pastores- adornado también con coloridos listón y cascabeles.
La ejecución de los movimientos de la danza de las Pastoras se inicia con cánticos agudos en alabanzas tanto en ñähñu como en español, “cantados por mujeres formadas en círculos. Luego, las danzantes se forman en tres filas y con el ritmo de la música se hacen rondas en forma de ocho horizontal de cuatro en cuatro, siguiendo así el movimiento del sol. Con el bastón en la mano, orlando de cascabeles en el mango, marcan el incesante ritmo de la música monótona del tambor, la flauta y el violín, simbolizando la labor de siembra del campo”.
Es una costumbre que “Las Pastoras” –de forma auténtica- han venido heredando de generación en generación; en el arte ha sido motivo de inspiración para artistas amealcenses como Eduardo Ruiz y Mane Uribe quienes la han plasmado a través de la pintura y la fotografía; en la danza, grupos y compañías la han incorporado a su repertorio como parte de la gama de danzas tradicionales de nuestros pueblos, llena de cultura y simbolismos que, como otras representaciones, da muestra del carácter participativo de los otomíes del sur del estado de Querétaro y del norte del Estado de México.