En 1851, Henry Cole propuso a la reina Victoria y al príncipe Albert de Inglaterra la creación de una Gran Exhibición donde estuvieran representadas las industrias de todos los países industrializados hasta ese momento. Este momento fue un punto de inflexión para la concepción de una disciplina que fusionara lo mejor de la expresión artística con el avance tecnológico. México, en aquella época, aún se encontraba reestructurando el proyecto de nación posterior al periodo de independencia.

En 1889, durante la Exposición Universal en París, México finalmente se proyectó a nivel internacional en búsqueda de los rasgos identitarios que ayudaran a definir qué es la mexicanidad a través de su arte y su expresión formal. Es aquí donde se puede considerar un punto de partida en el diseño mexicano, aunque no hubiera una formación formal en la disciplina. Posteriormente, se repitió la participación en la exhibición de 1900 en París, donde se consolidó la presencia mexicana y que marcó de alguna manera el inicio de los pensamientos revolucionarios que cambiarían a este país.

La feria de Sevilla en 1929 dio la bienvenida a México a la modernidad. El arquitecto Manuel Amabilis colocó una primera piedra en la definición de qué es el diseño mexicano moderno y diseñó mobiliario con elementos indigenistas bajo un estilo Art Deco, utilizando materiales regionales que de manera muy poderosa emitían un discurso que hablaba de raíces y orígenes, pero que a su vez proyectaba a nuestra disciplina hacia el siglo XX.

Gracias a estas participaciones, México logró posicionarse como un país pujante con sed de impulsar lo diseñado y hecho en el país. Esto fue el punto de partida para el inicio de la integración del diseño en las industrias y eventualmente en la creación de las primeras escuelas.

*Director de departamento de Diseño región Centro-Sur de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño del Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro.

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