Los reyes de Países Bajos, Guillermo Alejandro y Máxima, lidian con la polémica por haberse marchado de vacaciones a Grecia con su país confinado. Ahora, tras pedir los monarcas disculpas, es el primer ministro, Mark Rutte, quien asume la responsabilidad de no haberles pedido cancelar ese viaje.
Con rostros cargados de seriedad y pesar, los reyes se sentaron en un sofá del Palacio Huis ten Bosch, en La Haya, delante de unas ventanas azotadas por las fuertes lluvias del típico otoño neerlandés, para grabar un mensaje de vídeo y disculparse por la que se considera la peor polémica en la que se han visto envueltos desde su llegada al trono en 2013.
"Nos duele haber traicionado la confianza que habéis depositado en nosotros. Fue muy imprudente por nuestra parte no tener en cuenta el impacto de las nuevas restricciones en nuestra sociedad. Tomamos la decisión de volver al darnos cuenta de que nunca debimos haber ido", aseguró el rey, mientras Máxima asentía con la cabeza.
Recordaron que, desde marzo, habían mantenido reuniones con diferentes sectores de la sociedad para escuchar sus "historias" en "un tiempo de carencias, limitaciones, preocupación, miedo, ira e inseguridad", y prometieron estar "involucrados" en la lucha contra el coronavirus. "Pero no somos infalibles", concluyeron.
Las reacciones este jueves aplauden el discurso de la víspera. "Fue un mensaje sincero y empático", según el liberal Bart Smals, y "fue muy prudente dar este paso", según el democristiano Harry van der Molen. El progresista Joost Snellers defendió que "es bueno que el propio rey reconozca con tanta franqueza que sus vacaciones no fueron apropiadas".
"De ahora en adelante, ya podremos luchar todos juntos contra esta pandemia", concluyó la diputada de la izquierda verde, Suzanne Kröger, dando por cerrado un capítulo que los medios locales aún analizan, estudiando el lenguaje corporal y las palabras de los reyes, sin ponerse de acuerdo si fue un "mensaje sincero" o "un texto leído que no dice nada".
PAÍSES BAJOS: CONFINADO
El viernes, con el comienzo de las vacaciones escolares de otoño, los monarcas pusieron rumbo a Grecia en un vuelo privado, dos días después de haber entrado en vigor el "confinamiento parcial", con el cierre de la hostelería y el Gobierno pidiendo no viajar al extranjero si no es "estrictamente necesario".
Al conocerse la noticia, el escándalo estalló en los medios, el Congreso, las redes sociales e incluso en una rueda de prensa en directo del viceprimer ministro holandés, Hugo de Jonge, que tampoco sabía que los reyes se habían marchado a pasar la semana a Grecia.
En un primer comunicado, el Servicio de Información del Gobierno (RVD) reconoció que los monarcas estaban ya en su villa del Peloponeso y subrayó que el viaje estaba en línea con las restricciones del Ministerio de Exteriores, puesto que ese país mediterráneo aún está en color amarillo, lo que permite los viajes turísticos.
A las tres horas de aterrizar, y con la polémica en pleno apogeo, los reyes emitieron un segundo mensaje para anunciar la cancelación de sus vacaciones porque "las reacciones de la gente" estaban siendo "muy fuertes" y les "afectaban". No se disculparon por haberse marchado con más de 8.000 contagios diarios en Países Bajos, lo que acentuó las críticas.
El único que estaba al tanto del viaje era Rutte, responsable a nivel ministerial de las decisiones del rey, pero no apareció hasta dos días después para defender a los reyes y asegurar que les aconsejó mal, al no haber calculado "bien" el impacto de su marcha.
LAS PRINCESAS SE QUEDARON EN GRECIA
Los reyes volvieron el sábado a La Haya, ante una presión creciente que trataron de calmar en silencio. Sin embargo, lejos de calmar las aguas, el martes se conoció que se habían dejado en Grecia a la princesa heredera, Amalia, de 17 años, y a su hermana Alexia, de 15.
Según argumentó el RVD al estallar este segundo escándalo, "no había billetes de avión suficientes" para el vuelo de vuelta: los cuatro asientos disponibles los ocuparon el rey, la reina, la princesa Ariane, de 13 años, y un guardaespaldas. El resto se quedaron en tierra.
Rutte explicó que la vuelta inmediata de los monarcas es un asunto de "interés público", pero la decisión de que las princesas se quedaran varios días más es "un asunto privado".
Guillermo Alejandro y Máxima tratan ahora de frenar el daño que está suponiendo para su imagen este escándalo, el mayor con el que han tenido que lidiar desde 2013, y salvar así su -hasta ahora- creciente popularidad, que confirman cada año las encuestas.
No obstante, esta polémica llega en un momento sensible para el país, el tercero con peor incidencia acumulada en la UE desde hace tres semanas, y para la propia monarquía, con un debate abierto sobre la revisión de la asignación anual de Guillermo Alejandro, que subirá un 5,2% en el próximo año.