En un mundo que demanda un ritmo de vida acelerado, pausar y reflexionar sobre el propósito de lo que hacemos puede representar un reto mayúsculo. Desafortunadamente, sin esta introspección nos arriesgamos a encontrarnos repitiendo la tarea absurda de Sísifo, rodando una piedra cuesta arriba solo para verla caer de nuevo. La psicología ha brindado evidencia empírica de la relación estrecha que existe entre el sentido de vida y la salud mental. Estudios en Latinoamérica han reportado que el sentido de vida, sobre todo en jóvenes, es un factor protector ante el consumo de sustancias psicoactivas y otros problemas relacionados con la salud física como la aparición de eventos cardiovasculares.
El sentido de vida es un constructo complejo, por ello se han establecido atributos concretos para su evaluación, entendiéndolo como una percepción de los valores que individualmente se consideran importantes, involucrando aspectos emocionales y racionales.
La cultura actual que privilegia la gratificación instantánea, el consumo y la felicidad en el corto plazo, dificulta el planteamiento de un propósito más significativo y trascendental de vida, sobre todo en los jóvenes, lo que los hace especialmente vulnerables a presentar rasgos ansiosos o depresivos.
De acuerdo con datos del INEGI, la tasa de casos nuevos de depresión por cada mil habitantes en el estado pasó de 23.47% en 2020 a 37.02% en 2022, siendo los datos más recientes. Aunado a esto, el número de suicidios también presentó un aumento del 20% en el mismo periodo de tiempo. Los datos señalan que el grupo de edad con mayor prevalencia es el de 20 a 24 años, sin embargo, tomando la mayor frecuencia de cada año, el rango de edad con mayor incidencia va desde los 15 y hasta los 29 años, presentándose con mayor frecuencia en hombres.
Es importante acotar que las cifras proporcionadas pertenecen al periodo de la pandemia mundial, sin embargo, aún no se cuenta con datos posteriores. A pesar de las limitaciones, esta información sugiere la importancia de trabajar el tema del sentido de vida en nuestros jóvenes. Por ello, es fundamental fortalecer la autoconciencia y confianza en sí mismos, a fin de ayudarles a tomar decisiones que no sacrifiquen sus valores y propósitos en el largo plazo, por someterse a presiones externas momentáneas.
Detenernos a reflexionar y tomar acción en cuestiones tales como ¿Cómo quiero que sea mi relación conmigo? ¿Cómo quiero que sea mi relación con familiares y amistades? o cualquier otro ejercicio que nos haga tomar consciencia de quiénes somos, lo que hemos hecho y qué aportamos a las personas, nos ayuda a cuidar nuestra salud mental. El sentido de vida, entonces, más que una cuestión filosófica debe tratarse como una variable salutogénica, lo que implica reconocerle como un factor protector para nuestro bienestar emocional.
*Profesora Investigadora de la Escuela de Psicología. Universidad Anáhuac Querétaro