/ jueves 19 de agosto de 2021

Orquídeas: bellas, seductoras y la flor más extensa del planeta

Son las plantas más abundantes de la Tierra, ocupan la mayor parte de sus ecosistemas y tienen la peculiaridad de cambiar de aspecto para, en condiciones adversas, engañar a los insectos y lograr su polinización

Las orquídeas, “con sus más de 25.000 especies, constituyen alrededor del 10% de todas las plantas vasculares, es decir, que tienen raíz, tallo y hojas”, explica a Efe Daniel Gómez, biólogo del Instituto Pirenaico de Ecología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) (Jaca, Huesca, noreste de España).

Se extienden por todos los continentes y regiones del planeta, salvo los desiertos más extremos y las latitudes más frías. Sin embargo, su mayor abundancia se observa en las zonas tropicales y el 90 % de ellas nacen en este tipo de ambientes, porque “viajan hasta los trópicos buscando humedad y en su trayecto ocupan muchos ecosistemas distintos”, asegura Gómez.

También se extienden por las zonas subtropicales de América, África y Sudeste asiático. “Solamente en Perú existen cerca de 2.500 especies, mientras en toda Europa apenas existen 300”, subraya el biólogo.

Entre estas plantas tropicales, abundan las epifitas, es decir las que viven sobre los árboles a gran altura sin necesidad de disponer de suelo ni desarrollar órganos subterráneos.

Según el biólogo, “aunque el origen evolutivo de las orquídeas se ha considerado reciente por la ausencia casi total de restos fósiles, su antigüedad se cifra ahora en varias decenas de millones de años”.

“Una de las características reseñables de las orquídeas es su alimentación heterótrofa en las primeras fases de su vida. Es decir, que la germinación de la semilla y el desarrollo hasta la producción de hojas con clorofila requieren el concurso de un hongo que les nutre”, indica el biólogo del CSIC.

Para Daniel Gómez, “esta relación, que se considera simbiótica o beneficiosa para ambas partes, es muy compleja y todavía poco conocida en algunos aspectos, pero permite a las orquídeas producir en cada fruto miles de semillas minúsculas, al no necesitar sustancias de reserva para su germinación y que resultan muy fáciles de ser dispersadas por el viento o por cualquier otro agente”.

La mayor parte de orquídeas son en su estado adulto saprófitas, es decir, que se aprovechan de los restos vegetales en descomposición, como la madera de los troncos y algunas, como la especie ‘Neottia nidus-avis’, puede llegar a prescindir totalmente de la clorofila, según el especialista.

LLAMATIVAS ADAPTACIONES.

Pero donde las orquídeas destacan respecto al resto de las plantas es en un extraordinario y complejo desarrollo floral con llamativas adaptaciones y mecanismos para promover la polinización por los insectos o, en algunos casos, por pequeños pájaros u otros animales.

“La flor de la mayor parte de las orquídeas ha sufrido grandes transformaciones en este camino evolutivo y ha dado lugar a múltiples estructuras de sus capas florales, entre las que cabe destacar el gran desarrollo de un pétalo sobre los demás que se denomina ‘labelo’”, señala Gómez.

“Este pétalo adopta – continúa el científico- formas y ornamentos muy llamativos y policromados para que el polinizador se pose allí en su vuelo y se dirija luego con escaso margen de error hacia el polen para su posterior transporte, o bien a la parte femenina de la flor para depositarlo”.

Muchas orquídeas, como otras plantas entomófilas (conjunto de características de las flores polinizadas preferentemente por insectos), ofrecen por este transporte una recompensa al insecto en forma de néctar. Pero algunas, han optado por el mimetismo embaucador y muestran un parecido muy grande con las que tienen néctar sin ofrecerlo.

“En el colmo de la sofisticación, algunas orquídeas desarrollan unas flores con un parecido extraordinario con determinados insectos, (como la orquídea abeja), hasta el punto de engañar a los machos del insecto embaucado que, confundidos, tratan de copular la flor y en su empeño fallido se llevan el polen en sus espaldas o lo depositan en otra flor”, argumenta el biólogo.

Incluso los aromas que despiden estas flores son, para Daniel Gómez, muy similares a las feromonas que emiten los insectos hembra para su atracción sexual.

Y para poder disfrutar de la variedad de estas flores de diseños caprichosos, se encuentra el libro que la fotógrafa de paisajes y flora, Conchita Muñoz, dedicó a las orquídeas, “Guía de las orquídeas de Aragón”, publicado por la editorial Jolube.

Muñoz que forma parte de la Asociación de Fotógrafos de Naturaleza (ASAFONA) y colabora con el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) ha dedicado parte de su trabajo a buscar orquídeas, sobre todo en el Pirineo aragonés.

Conchita Muñoz considera que “cuando haces fotos a una orquídea, te das cuenta de que la que has fotografiado no se parece al ejemplar que está a su lado. Pienso que cada planta, incluso cada flor dentro de la misma planta tiene su personalidad. Esto es lo más atractivo a la hora de fotografiar orquídeas, pero las más bellas siempre son las más escasas”.

Las orquídeas, “con sus más de 25.000 especies, constituyen alrededor del 10% de todas las plantas vasculares, es decir, que tienen raíz, tallo y hojas”, explica a Efe Daniel Gómez, biólogo del Instituto Pirenaico de Ecología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) (Jaca, Huesca, noreste de España).

Se extienden por todos los continentes y regiones del planeta, salvo los desiertos más extremos y las latitudes más frías. Sin embargo, su mayor abundancia se observa en las zonas tropicales y el 90 % de ellas nacen en este tipo de ambientes, porque “viajan hasta los trópicos buscando humedad y en su trayecto ocupan muchos ecosistemas distintos”, asegura Gómez.

También se extienden por las zonas subtropicales de América, África y Sudeste asiático. “Solamente en Perú existen cerca de 2.500 especies, mientras en toda Europa apenas existen 300”, subraya el biólogo.

Entre estas plantas tropicales, abundan las epifitas, es decir las que viven sobre los árboles a gran altura sin necesidad de disponer de suelo ni desarrollar órganos subterráneos.

Según el biólogo, “aunque el origen evolutivo de las orquídeas se ha considerado reciente por la ausencia casi total de restos fósiles, su antigüedad se cifra ahora en varias decenas de millones de años”.

“Una de las características reseñables de las orquídeas es su alimentación heterótrofa en las primeras fases de su vida. Es decir, que la germinación de la semilla y el desarrollo hasta la producción de hojas con clorofila requieren el concurso de un hongo que les nutre”, indica el biólogo del CSIC.

Para Daniel Gómez, “esta relación, que se considera simbiótica o beneficiosa para ambas partes, es muy compleja y todavía poco conocida en algunos aspectos, pero permite a las orquídeas producir en cada fruto miles de semillas minúsculas, al no necesitar sustancias de reserva para su germinación y que resultan muy fáciles de ser dispersadas por el viento o por cualquier otro agente”.

La mayor parte de orquídeas son en su estado adulto saprófitas, es decir, que se aprovechan de los restos vegetales en descomposición, como la madera de los troncos y algunas, como la especie ‘Neottia nidus-avis’, puede llegar a prescindir totalmente de la clorofila, según el especialista.

LLAMATIVAS ADAPTACIONES.

Pero donde las orquídeas destacan respecto al resto de las plantas es en un extraordinario y complejo desarrollo floral con llamativas adaptaciones y mecanismos para promover la polinización por los insectos o, en algunos casos, por pequeños pájaros u otros animales.

“La flor de la mayor parte de las orquídeas ha sufrido grandes transformaciones en este camino evolutivo y ha dado lugar a múltiples estructuras de sus capas florales, entre las que cabe destacar el gran desarrollo de un pétalo sobre los demás que se denomina ‘labelo’”, señala Gómez.

“Este pétalo adopta – continúa el científico- formas y ornamentos muy llamativos y policromados para que el polinizador se pose allí en su vuelo y se dirija luego con escaso margen de error hacia el polen para su posterior transporte, o bien a la parte femenina de la flor para depositarlo”.

Muchas orquídeas, como otras plantas entomófilas (conjunto de características de las flores polinizadas preferentemente por insectos), ofrecen por este transporte una recompensa al insecto en forma de néctar. Pero algunas, han optado por el mimetismo embaucador y muestran un parecido muy grande con las que tienen néctar sin ofrecerlo.

“En el colmo de la sofisticación, algunas orquídeas desarrollan unas flores con un parecido extraordinario con determinados insectos, (como la orquídea abeja), hasta el punto de engañar a los machos del insecto embaucado que, confundidos, tratan de copular la flor y en su empeño fallido se llevan el polen en sus espaldas o lo depositan en otra flor”, argumenta el biólogo.

Incluso los aromas que despiden estas flores son, para Daniel Gómez, muy similares a las feromonas que emiten los insectos hembra para su atracción sexual.

Y para poder disfrutar de la variedad de estas flores de diseños caprichosos, se encuentra el libro que la fotógrafa de paisajes y flora, Conchita Muñoz, dedicó a las orquídeas, “Guía de las orquídeas de Aragón”, publicado por la editorial Jolube.

Muñoz que forma parte de la Asociación de Fotógrafos de Naturaleza (ASAFONA) y colabora con el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) ha dedicado parte de su trabajo a buscar orquídeas, sobre todo en el Pirineo aragonés.

Conchita Muñoz considera que “cuando haces fotos a una orquídea, te das cuenta de que la que has fotografiado no se parece al ejemplar que está a su lado. Pienso que cada planta, incluso cada flor dentro de la misma planta tiene su personalidad. Esto es lo más atractivo a la hora de fotografiar orquídeas, pero las más bellas siempre son las más escasas”.

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