Aunque la historia de la elaboración de las muñecas artesanales Dontxu y Lele se inició hace 135 y 70 años, respectivamente, es hasta tiempos actuales que ha cobrado relevancia gracias al impulso que autoridades gubernamentales le han dado al proclamarla embajadora de Querétaro en el mundo, luego de haberle concedido el nombramiento como Patrimonio Cultural del Estado de Querétaro, hace dos años, buscando de esta manera, preservar la tradición y costumbres de la región otomí.
Dontxu se originó en San Ildefonso Tultepec hace más de cien años mientras que Lele con más de setenta años de historia, es originaria de Santiago Mexquititlán, desde entonces su elaboración ha sido heredada de generación en generación hasta nuestros días, permite el sustento de varias familias como también el acceso a la educación y su estabilidad económica, así lo refiere Silvia Pascual integrante del grupo artesanal “Dontxu”.
“Ha beneficiado bastante, antes de que –Lele- le diera la vuelta al mundo no se vendía casi, llevábamos más de 70 años elaborando la muñequita; el gobierno metió mucha publicidad y repuntaron las ventas -sobre todo resaltando- que son hechas a mano es que se da a conocer”, este importante impulso, menciona la orgullosa artesana, les ha dado empoderamiento a las mujeres otomíes, recordando que anteriormente solo se empleaban en quehaceres domésticos y “muy mal pagadas”. Ahora, hasta los mismos esposos se han metido a la elaboración de la muñeca –nos comenta Silvia- es un trabajo que involucra a toda la familia.
La mayor parte de la producción de la muñeca artesanal se queda en México, pero el grupo al que pertenece Silvia, cita, ha logrado exportar tres veces a Estados Unidos y están por realizar otro más de una muñeca toda de negro, bordada a mano en su totalidad.
Nuestra entrevistada refiere también que se siguen enfrentando al regateo “pero ya no es lo mismo, es menos que antes”, y habla del trabajo que significa elaborar cada muñeca; “mide 30 centímetros, toda es bordada a mano… las estamos vistiendo como nosotras” y pide “no regateen el precio, cuesta muchísimo trabajo”, consciente de que en cada una de las muñecas va toda una carga histórica de tradición y costumbres que representa la cultura de la mujer indígena otomí.
Su ganancia por mano de obra es muy poquito, comenta, tardan entre 6 y 7 horas en elaborar una muñeca, más el materia y la calidad con la que se elabora, hay que tomarse en cuenta. Por el Covid-19 las ventas se vinieron abajo “las muñequitas se dejaron de vender”.
Elaboración de la muñeca en tiempos de pandemia: como a todos, a ellos también les ha afectado bastante, dedicando solo el 10% de su producción a la muñeca, y el 90% lo han destinado a hacer cubre bocas, adaptándose así a las nuevas necesidades que ha provocado la pandemia; producen 200 cubre bocas a la semana, aprovechando parte del material que tenían y su habilidad manual, elaboran el producto en punto de cruz dedicando entre 5 a 6 horas en la elaboración de cada uno; su costo va de los 50 pesos, a los 100 y hasta 120 pesos, comenta Silvia Pascual, dependiendo el tipo de tela como cuadrillé, lino o manta, su costo incrementa.
Ahora entendemos por qué nos llaman Dontxu, “porque siempre está de pie, ella nunca se sienta porque la mujer todo el tiempo siempre anda así, cuidando a los niños, dando de comer, en la milpa, haciendo artesanías, su espalda siempre está descubierta porque en ella carga lo que es la leña, cantaros de agua, bultos de maíz, lo que tenga que cargar, en la parte de enfrente es donde lleva a su bebé con su rebozo y en sus manos carga las bolsas; y en sus cabellos lleva coloridos de estambre, significa el arcoíris, los años que ella vive o sirve a la comunidad, los colores de nuestra comunidad, todo representa parte de nuestra naturaleza”, así, ellas se mantienen de pie ante cualquier adversidad.
Comenta que luego de ver en las noticias el uso del cubre bocas, dos personas de la comunidad se dieron a la tarea de investigar lo relacionado al mismo, y comenzaron a elaborarlos aplicando bordados y puntadas, logrando de esta manera reactivar la economía en San Ildefonso Tultepec y en Santiago Mexquititlán, las dos comunidades donde las familias, en diferentes grupos, se dedican a elaborar las muñecas artesanales y su economía depende de ello.