María Teresa Albarrán es originaria de Morelos, pero vive en San Juan del Río desde hace 20 años. Su esposo, Severiano Cabañas, era originario de Guerrero, y fue quien la animo a continuar con la tradición cuando llegaron a la ciudad, una tradición que ella conocía bien por sus padres.
“A mi esposo le encantaba poner muchas flores, y es un gusto para nosotros porque sentimos que los difuntos están presentes. Este año hicimos un altar de muertos para conmemorar el aniversario de los difuntos, y esperarlos con mucho cariño, y demostrarles que están presentes con nosotros y nos esmeramos para que vean lo bonito que es su altar”.
Su esposo Severiano falleció hace 10 años, pero la familia continuó con la tradición. En la casa de María Teresa, cada año se reúnen sus tres hijos Ix chel, Luis Felipe y Ernesto, para colocar el altar de 6 pisos (a veces son más, a veces son menos), y organizan una reunión con sus primos y sus tíos para conmemorar a sus difuntos.
“Les ponemos las velas, su comida favorita, su café, su arroz con leche, carne de puerco con arroz, mole, tequilita, la coca que tanto les gustaba, fruta y cacahuates, y mucha luz con velas de cera, que iluminan su camino para que entren a su ofrenda. También ponemos incienso, pues creemos que es para llamarlos para que ellos vengan”.
Lo primero que hace la familia es comprar las flores de cempasúchil. El altar les lleva tres días montarlo y se queda puesto del 31 de octubre al 3 de noviembre, que es la fecha de fallecimiento de Don Severiano, a quien todos recuerdan con cariño, y quien fue siempre un defensor de las tradiciones mexicanas.
“Especialmente lo dedicó a mi esposo Severiano Cabañas Alvarado. También pusimos a unos sobrinos que fallecieron este año y a mis papás, mis hermanos y amigos cercanos. Mi cuñada falleció en enero y ya la tenemos aquí. Es un altar comunitario”.
Cuando el altar está listo, María Teresa hace una pequeña ceremonia, en donde va prendiendo las veladoras, una por cada difunto, y va nombrando sus nombres. Acostumbran ponerlo desde el 31 de octubre para dedicarlo a los niños, los nombrados angelitos, y dedican el altar a los adultos los días 1 y 2 de noviembre. El día 3 es especial para Don Severiano.
“Mi esposo siempre nos inició en cualquier tipo de tradición y para que recordemos a nuestros difuntos, siempre hacemos una reunión en familia y tomamos chocolate con pan de muerto y acompañamos la ofrenda un rato, pues sentimos que están presentes nuestros difuntos aquí. Ahora mis hijos ponen en su casa su propio altar y la tradición continua”.
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Para María Teresa, esta es una buena enseñanza que tanto sus padres como su esposo le dejaron, y le gustaría que las familias sanjuanenses hagan sus altares para que no se pierda la tradición, una tradición que su hija Ix chel describe como muy bonita.
“Es algo que tiene mucha historia detrás, desde nuestros ancestros que hacían estas tradiciones, y es bonito recordar a nuestros difuntos y seguir la cultura que nos van dejando nuestros padres. Disfrutó mucho hacerlo con mis hermanos y con mi mamá, y ahora también repartimos dulces para los que vienen a pedir calaverita, que también lo incorporamos como una nueva tradición”.