Durante la primera mitad del 2022 sucedieron una serie de eventos a nivel global que nos hace cuestionarnos sobre la pertinencia de diversas posturas que impactan en las decisiones que tomamos día a día.
Además de la guerra y una situación económica mundial muy frágil, nos enfrentamos ante la escasez de agua en diversas regiones del país. El costo de la vida moderna no debería implicar la recisión de los derechos fundamentales para poder subsistir, no solo como especie sino como civilización. No podemos pensar en seguir avanzando tecnológicamente si carecemos de los recursos necesarios para que la gente pueda cubrir sus necesidades básicas.
El Diseño además de contribuir al crecimiento económico de un país y de fungir como un motor que inyecta valor agregado en el desarrollo de la industria de la transformación, de manera paralela puede también actuar como un agente de cambio el cual centre su proceso en la búsqueda del bienestar.
Las escuelas de Diseño deben dirigir su enfoque hacia la innovación social a través de la participación comunitaria entre estudiantes, docentes y la sociedad. La exploración tecnológica es crucial para poder garantizar que las herramientas y los instrumentos siempre estén actualizados, ya sea para el desarrollo de un proyecto o su ejecución.
Donald Norman describe que el futuro de la educación en diseño debe ser transdisciplinar, abriéndose al estudio de ciencias sociales y ciencias naturales dentro del proceso proyectual para ampliar la visión de los estudiantes y que tengan mayor rango durante el proceso de toma de decisiones.
Si queremos que la gente que hace diseño se convierta en agentes de cambio, debemos de concebirnos primero como personas que habitan en un planeta que aún tiene esperanzas.
*Director de Programa de la Licenciatura en Diseño del Tec de Monterrey Campus Querétaro.