Marbella Ortiz es un ejemplo de resiliencia. Tuvo que dejar su trabajo de teatro por la pandemia y dedicarse a las artesanías. Su producción actualmente incluye pulseras tejidas de macramé y aretes tejidos de filigrana, así como cubrebocas y toallas sanitarias ecológicas.
“Creo que el trabajo artesanal siempre ha sido un poco subestimado, se me hace importante porque es generador de autoempleo. Las piezas que elaboramos los artesanos son únicas, no se repiten, el tiempo invertido y la creatividad es irremplazable”.
Adriana Barajas es otro ejemplo. Realiza productos tejidos en macramé a través de su marca Santa macramerita, en donde también se puede observar productos como carteras o libretas hechas con materiales reciclados.
Respecto a la percepción del público sobre el trabajo del artesano, Adriana comenta: “es un trabajo que no se valora pese a que te toma un tiempo más largo que hacerlo en masa, es un trabajo único y no se repite”.
Marbella por otro lado pide a las personas no regatear por este tipo de piezas: “creo que lo hecho a mano es hecho con esfuerzo, tiempo, dedicación y amor sobre todo”.