María de los Ángeles Osornio Dueñas vive en la calle de 5 de mayo. En la misma casa donde creció y aprendió del oficio de su padre Rafael Osornio Ugalde, artesano de lana y donde ahora tiene su taller.
“A mi papá le enseño el abuelo de Lorenzo Pérez. Mi papá era de El Sitio pero se vinieron a vivir a San Juan, buscó un oficio, y le llamo la atención el trabajar la lana. Le fue muy bien, y se dedicó a hacerlo toda su vida”.
Rafael y su esposa Ernestina Dueñas tuvieron 8 hijos, Abel, Ema, Vicki, Tere, Rafael, Alberto, Jesús y Angie, que es la única que se dedica al oficio pese a que todos lo aprendieron.
Desde la secundaria, Angie le ayudaba a su papá con las labores de la lana. Le gustaba mucho hacerlo. Le gustaba acompañar a su papá en ese taller en el que vivió una infancia muy feliz.
“Rafael Osornio inició con esta labor que es muy bonita, anteriormente había muchos telares aquí, venía gente de Amealco o de Atlacomulco, venían y el taller se llenaba de costales de lana”.
Con los años, Angie se enfocó en su carrera profesional. De hecho, muchos la recuerdan como locutora en Fantasía y Digital, donde trabajó por 7 años. Hace dos años y debido a la pandemia, Angie perdió su trabajo. Fue entonces que se planteó regresar a su labor como artesana, logrando reconectar con la gente y agendando citas al número 442 792 3237 para mostrar su trabajo.
A partir de ese momento, se ha dedicado a fabricar artículos de henequen, macramé y lana, como cobijas, jorongos, juegos de baño, caminos de mesa, tapetes, bolsas, chalecos y chalinas.
El papá de Angie murió hace 6 años. Ahora ella mantiene el taller y tiene su propio telar: “lo más difícil es hacer grecas, todavía me falta experiencia en los diseños. Uno de mis primos era muy bueno, una vez hizo un pavo real y el tapete se fue a un país asiático”.
Solo tiene una preocupación, y es que nadie en su familia ha querido continuar con el oficio y cuando ella muera, probablemente morirá la tradición familiar.
“Para mala fortuna ya se está terminando el trabajo de los artesanos, porque el artesano es menospreciado y la gente no quiere las artesanías. A la gente le diría que valoren a los artesanos porque es gente de mucho talento”.
Cuando Angie entra en su taller se siente en otra época, las herramientas y las maquinas que guarda, la remontan al viejo San Juan: “Me gusta hacer esto porque me imagino a mi papá trabajando aquí y haciendo sus cosas, y me vuelve un recuerdo de mi niñez que fue muy bonita”.