/ sábado 27 de julio de 2024

Lo que no nos define | La democracia en tiempos de incertidumbre


“Para los que no tenemos creencias, la democracia es nuestra religión", Paul Auster. Esta frase captura la esencia de un sistema político que, para muchos, es el pilar fundamental de la sociedad. Sin embargo, en el contexto latinoamericano esta creencia se tambalea peligrosamente.

El Latinobarómetro revela datos inquietantes. Venezuela encabeza la lista de países con mayor disminución de apoyo a la democracia, con una caída del 12%. A la par, se ha registrado un aumento del 7% en la indiferencia hacia este sistema, al tiempo que la insatisfacción con la democracia supera el 80%.

Este fenómeno no es aislado, refleja una tendencia estructural que afecta a diversas democracias. Sin embargo, la situación venezolana es un microcosmos de lo que acontece en la actualidad y, es en este contexto de desilusión, donde este país se prepara para unas elecciones presidenciales que, según muchos analistas, son las más inciertas desde la muerte de Hugo Chávez.

Nicolás Maduro se enfrentará a Edmundo González Urrutia, el candidato de la Plataforma Unitaria, en un escenario electoral donde la oposición parece tener una ventaja significativa en las encuestas. Una situación que hace que esta elección se perfile como la más compleja para el chavismo y la más favorable para la oposición en términos de su capacidad de obtener un resultado positivo. Sin embargo, la victoria está lejos de estar garantizada, ya que el proceso electoral en Venezuela ha estado plagado de obstáculos.

El oficialismo ha utilizado todas las herramientas a su disposición para dificultar una competencia justa. Desde la inhabilitación política y la detención de líderes opositores, hasta las restricciones impuestas por el Consejo Nacional Electoral, que dificultan la participación de los venezolanos en el extranjero, se ha reducido el potencial de votos para la oposición. Cabe mencionar que sólo 69,189 venezolanos en el extranjero están inscritos para votar –una cifra ínfima considerando los millones de ciudadanos que se encuentran fuera del país.

A pesar de estos desafíos, la oposición ha decidido participar en estas elecciones semicompetitivas, como las describe León. Aunque el gobierno tiene una ventaja en términos de control institucional y recursos, la oposición confía en el deseo de cambio de la ciudadanía, aunque se requerirá de una alta participación electoral para superar las desventajas impuestas por el oficialismo.

La historia reciente de Venezuela nos ha mostrado cómo el desencanto democrático puede transformarse en incertidumbre electoral. Por ello, frente a este escenario, la pregunta es si el poder institucional del gobierno prevalecerá sobre el deseo de cambio de los ciudadanos. Lo que es indudable es que la fe en la democracia, enfrenta su prueba más difícil. En un país donde la esperanza ha sido socavada por años de crisis y desilusión, este sistema sigue siendo el último baluarte de esperanza para muchos. Pero, ¿Será suficiente?

¿O será la incertidumbre lo que no nos define?




“Para los que no tenemos creencias, la democracia es nuestra religión", Paul Auster. Esta frase captura la esencia de un sistema político que, para muchos, es el pilar fundamental de la sociedad. Sin embargo, en el contexto latinoamericano esta creencia se tambalea peligrosamente.

El Latinobarómetro revela datos inquietantes. Venezuela encabeza la lista de países con mayor disminución de apoyo a la democracia, con una caída del 12%. A la par, se ha registrado un aumento del 7% en la indiferencia hacia este sistema, al tiempo que la insatisfacción con la democracia supera el 80%.

Este fenómeno no es aislado, refleja una tendencia estructural que afecta a diversas democracias. Sin embargo, la situación venezolana es un microcosmos de lo que acontece en la actualidad y, es en este contexto de desilusión, donde este país se prepara para unas elecciones presidenciales que, según muchos analistas, son las más inciertas desde la muerte de Hugo Chávez.

Nicolás Maduro se enfrentará a Edmundo González Urrutia, el candidato de la Plataforma Unitaria, en un escenario electoral donde la oposición parece tener una ventaja significativa en las encuestas. Una situación que hace que esta elección se perfile como la más compleja para el chavismo y la más favorable para la oposición en términos de su capacidad de obtener un resultado positivo. Sin embargo, la victoria está lejos de estar garantizada, ya que el proceso electoral en Venezuela ha estado plagado de obstáculos.

El oficialismo ha utilizado todas las herramientas a su disposición para dificultar una competencia justa. Desde la inhabilitación política y la detención de líderes opositores, hasta las restricciones impuestas por el Consejo Nacional Electoral, que dificultan la participación de los venezolanos en el extranjero, se ha reducido el potencial de votos para la oposición. Cabe mencionar que sólo 69,189 venezolanos en el extranjero están inscritos para votar –una cifra ínfima considerando los millones de ciudadanos que se encuentran fuera del país.

A pesar de estos desafíos, la oposición ha decidido participar en estas elecciones semicompetitivas, como las describe León. Aunque el gobierno tiene una ventaja en términos de control institucional y recursos, la oposición confía en el deseo de cambio de la ciudadanía, aunque se requerirá de una alta participación electoral para superar las desventajas impuestas por el oficialismo.

La historia reciente de Venezuela nos ha mostrado cómo el desencanto democrático puede transformarse en incertidumbre electoral. Por ello, frente a este escenario, la pregunta es si el poder institucional del gobierno prevalecerá sobre el deseo de cambio de los ciudadanos. Lo que es indudable es que la fe en la democracia, enfrenta su prueba más difícil. En un país donde la esperanza ha sido socavada por años de crisis y desilusión, este sistema sigue siendo el último baluarte de esperanza para muchos. Pero, ¿Será suficiente?

¿O será la incertidumbre lo que no nos define?