/ miércoles 4 de diciembre de 2024

La pista / Trump: daños colaterales en la relación trilateral del T-MEC

El T-MEC, concebido como un tratado de integración y fortalecimiento económico regional, fue firmado en 2020 bajo un contexto político singular: la administración de Donald Trump. Más que un acuerdo comercial, el tratado refleja la complejidad de las relaciones entre México, Estados Unidos y Canadá, tensadas por dinámicas históricas, políticas y sociales. Hoy, en vísperas de 2024, la figura de Trump regresa al escenario político, trayendo consigo una serie de amenazas que, de materializarse, podrían derivar en daños colaterales no solo para México, sino para toda la región.\u0009

Trump utilizó la migración como un eje central de su política interna y de su relación con México. Su regreso apunta a una mayor radicalización. Aunque construir un muro en la frontera sur de México —una propuesta mencionada por figuras como Marco Rubio— parece políticamente inviable, la presión para endurecer las políticas migratorias será inevitable. México se enfrentará nuevamente al reto de ser el muro de contención para frenar los flujos migratorios hacia el norte, lo que podría exacerbar tensiones sociales y económicas en ambos lados de la frontera.

México es el principal socio comercial de Estados Unidos, con exportaciones que superaron los 480,000 millones de dólares en 2023. Sin embargo, la narrativa trumpista sobre las importaciones “camufladas” de productos chinos a través de México podría desestabilizar este intercambio.

Las acusaciones comerciales podrían escalar hacia aranceles, bloqueos aduaneros y una revisión agresiva del T-MEC en su periodo de evaluación en 2025. Esto no solo afectaría a sectores clave como el automotriz y agrícola, sino que también erosionaría la confianza en un tratado diseñado para enfrentar conjuntamente a China.

Trump dejó clara su postura hacia los grupos delictivos mexicanos, llegando a proponer designarlos como organizaciones terroristas. Esta etiqueta, si se concretara, representaría una intervención directa en asuntos internos de México y sentaría un precedente peligroso para la relación bilateral. Aunque México y Estados Unidos comparten un interés en combatir el crimen organizado, las estrategias unilaterales podrían agravar la violencia y dañar la cooperación binacional.

Aunque Canadá ha mantenido una relación más estable con México, su rol en el T-MEC podría complicarse ante un posible regreso de Trump. Las tensiones comerciales y la presión migratoria desde el sur impactarían indirectamente a Canadá, obligándolo a redefinir su papel como socio estratégico en un acuerdo cada vez más politizado.

El regreso de Trump no solo amenaza con desestabilizar las dinámicas comerciales y diplomáticas entre los tres países, sino que también abre la puerta a repensar estrategias de integración regional. México tiene la oportunidad de fortalecer su posición como puente entre dos potencias económicas, diversificando mercados y promoviendo una relación más equilibrada con sus socios del norte.

No obstante, la clave estará en anticipar los “daños colaterales” que podría traer un Trump sin restricciones de reelección. Migración, comercio y seguridad no son solo los temas de su agenda, sino también los campos donde México debe actuar con inteligencia estratégica para proteger sus intereses y garantizar la estabilidad de la región. En este tablero político, el T-MEC es más que un tratado; es un campo de batalla donde cada movimiento puede definir el futuro trilateral.

El T-MEC, concebido como un tratado de integración y fortalecimiento económico regional, fue firmado en 2020 bajo un contexto político singular: la administración de Donald Trump. Más que un acuerdo comercial, el tratado refleja la complejidad de las relaciones entre México, Estados Unidos y Canadá, tensadas por dinámicas históricas, políticas y sociales. Hoy, en vísperas de 2024, la figura de Trump regresa al escenario político, trayendo consigo una serie de amenazas que, de materializarse, podrían derivar en daños colaterales no solo para México, sino para toda la región.\u0009

Trump utilizó la migración como un eje central de su política interna y de su relación con México. Su regreso apunta a una mayor radicalización. Aunque construir un muro en la frontera sur de México —una propuesta mencionada por figuras como Marco Rubio— parece políticamente inviable, la presión para endurecer las políticas migratorias será inevitable. México se enfrentará nuevamente al reto de ser el muro de contención para frenar los flujos migratorios hacia el norte, lo que podría exacerbar tensiones sociales y económicas en ambos lados de la frontera.

México es el principal socio comercial de Estados Unidos, con exportaciones que superaron los 480,000 millones de dólares en 2023. Sin embargo, la narrativa trumpista sobre las importaciones “camufladas” de productos chinos a través de México podría desestabilizar este intercambio.

Las acusaciones comerciales podrían escalar hacia aranceles, bloqueos aduaneros y una revisión agresiva del T-MEC en su periodo de evaluación en 2025. Esto no solo afectaría a sectores clave como el automotriz y agrícola, sino que también erosionaría la confianza en un tratado diseñado para enfrentar conjuntamente a China.

Trump dejó clara su postura hacia los grupos delictivos mexicanos, llegando a proponer designarlos como organizaciones terroristas. Esta etiqueta, si se concretara, representaría una intervención directa en asuntos internos de México y sentaría un precedente peligroso para la relación bilateral. Aunque México y Estados Unidos comparten un interés en combatir el crimen organizado, las estrategias unilaterales podrían agravar la violencia y dañar la cooperación binacional.

Aunque Canadá ha mantenido una relación más estable con México, su rol en el T-MEC podría complicarse ante un posible regreso de Trump. Las tensiones comerciales y la presión migratoria desde el sur impactarían indirectamente a Canadá, obligándolo a redefinir su papel como socio estratégico en un acuerdo cada vez más politizado.

El regreso de Trump no solo amenaza con desestabilizar las dinámicas comerciales y diplomáticas entre los tres países, sino que también abre la puerta a repensar estrategias de integración regional. México tiene la oportunidad de fortalecer su posición como puente entre dos potencias económicas, diversificando mercados y promoviendo una relación más equilibrada con sus socios del norte.

No obstante, la clave estará en anticipar los “daños colaterales” que podría traer un Trump sin restricciones de reelección. Migración, comercio y seguridad no son solo los temas de su agenda, sino también los campos donde México debe actuar con inteligencia estratégica para proteger sus intereses y garantizar la estabilidad de la región. En este tablero político, el T-MEC es más que un tratado; es un campo de batalla donde cada movimiento puede definir el futuro trilateral.