/ miércoles 13 de noviembre de 2024

La pista / Bajo amenazas

Las amenazas de Donald Trump hacia México representan un fenómeno que, más allá de lo anecdótico, revela las complejas dinámicas entre dos países con una interdependencia económica y social profunda. Desde su primer mandato, Trump ha recurrido a la retórica de la amenaza y la presión como herramientas políticas para influir en la política migratoria, comercial y de seguridad de México. En este sentido, sus recientes comentarios no son nuevos, pero reflejan una visión particular de la diplomacia, en la cual el poder y el miedo se convierten en instrumentos para negociar.

Trump ha propuesto militarizar la frontera, bloquear remesas y hasta etiquetar a los carteles de drogas mexicanos como organizaciones terroristas. Esta última postura implica un riesgo significativo para México, pues podría justificar futuras intervenciones militares en suelo mexicano bajo el pretexto de combatir el “terrorismo”. Sin embargo, esta visión simplista ignora los esfuerzos de México en materia de seguridad, así como el impacto que una política de este tipo tendría en la relación bilateral y en los millones de ciudadanos de ambos países que viven en la frontera.

La amenaza de Trump también es interna. Busca movilizar a su base electoral usando un enemigo externo y apelando a los miedos de una sociedad que, en gran parte, lo percibe como un defensor de la seguridad y el orden. Sin embargo, esto ignora el hecho de que México es uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos y que las políticas de presión y miedo pueden ser contraproducentes para ambos países, afectando la economía de sectores clave en estados estadounidenses con gran población hispana, como Texas y California.

México, por su parte, enfrenta el reto de responder con firmeza sin romper puentes. La diplomacia mexicana debe encontrar un balance entre defender la soberanía nacional y mantener una relación de cooperación y diálogo con Estados Unidos. La postura del gobierno de México hasta ahora ha sido la de evitar confrontaciones abiertas y mantener el intercambio comercial y migratorio dentro de los márgenes de una relación que, si bien tensa, no ha cruzado las líneas de la diplomacia.

A largo plazo, México debe invertir en fortalecer sus instituciones de seguridad, mejorar las condiciones socioeconómicas en las regiones más vulnerables y reducir su dependencia económica de Estados Unidos. La retórica amenazante de Trump podría intensificarse conforme se acerquen las elecciones estadounidenses, pero México tiene la oportunidad de mostrar que es un socio fuerte, que no cede a presiones, y que está comprometido con la estabilidad y prosperidad de la región.