/ jueves 31 de octubre de 2024

El toque femenino / Mucha vida para tan poca muerte

Llegó el momento de recibir en casa a quienes se nos adelantaron en el camino, llega noviembre y toca celebrar una de las fiestas más coloridas y esperadas del año, el día de muertos, el olor de esta festividad comienza a sentirse con la presencia de las flores de cempasúchil en los últimos días de septiembre cuando inundan calles, mercados, viveros y casas, despeinadas y con su característico color naranja.

Dicen que a los mexicanos nos gusta hacer bromas por todo y que incluso nos reímos de la muerte pues al final le damos un tono festivo y colorido a esta época recordando a personas que fueron muy importantes en nuestra vida y cuya ausencia pesa, nos lastima el corazón con calaveras que llevan su nombre o esqueletos que ejercen los oficios que realizaban en vida, sin olvidar las tradicionales calaveras literarias con versos jocosos que se componen generalmente para los vivos simulando la llegada de su momento final.

La leyenda dice que los muertos regresan a visitar a su familia y antiguas casas y es por eso que los vivos debemos estar preparados para tan importante visita con una ofrenda que tendrá todos los platillos y bebidas que disfrutaban en vida; no faltan los guisos, antojitos, frutas, cigarros, tequila o cualquier cosa que estuviera en su lista de preferencias, tampoco pueden faltar elementos imprescindibles para que el fallecido encuentre entre la oscuridad el camino de regreso a casa y es que en el altar de muertos que debe tener al menos tres niveles simbolizando cielo, infierno y purgatorio, no pueden faltar velas para alumbrar el camino de las animas, agua por si llegan sedientos, incienso para limpiar el lugar de malos espíritus y el retrato de quienes esperamos regresen esa noche a casa.

A ciencia cierta no sé si de verdad a los mexicanos nos gusta reírnos de la muerte o si todo lo que hacemos en torno a ella es para disminuir un poco al dolor que nos deja la ausencia de quien muere y para de alguna forma entenderla pues lo único que tenemos seguro todos, es que de esta vida nadie sale vivo.

Para el cerebro de los seres humanos son fundamentales los rituales que marcan el fin de la vida de una persona como el funeral, entierro, novenario y levantamiento de cruz porque así con ayuda de estos rituales podremos comenzar a asimilar que el ciclo de una persona ha terminado y comenzar a vivir las etapas del duelo hasta llegar a la aceptación.

Si sabemos que nuestro tiempo en este mundo es finito, resulta inverosímil el no celebrar la vida cuando estamos llenos de ella, es triste no visitar y mostrar afecto o amor a alguna persona cuando esta viva. Paradójicamente quienes vivían en absoluta soledad y abandono, reciben en su funeral a familiares y amigos que nunca tuvieron tiempo para llamarlos o visitarlos mientras estaban vivos y en ese momento se lamentan por que ni siquiera se pudieron despedir y decirles cuánto los querían.

Vivir la vida, disfrutarla y atesorar cada momento bueno o malo sería lo ideal para todos, sin embargo no siempre sucede. Hace años leí en un periódico una historia sobre dos tumbas que estaban en el cementerio de Abrego y decía más o menos así:

“Quienes saben oír lo que dicen las tumbas escuchan estas voces: Yo viví muchos años, pero esos años no los supe vivir. Como viví tan solo para mí no viví bien. Nadie me quiso a lo mejor porque a nadie quise yo. Fui indiferente a todo y por eso mi muerte no significó ninguna diferencia. Ahora estoy aquí muerto del todo. Me parece la mía mucha muerte para tan poca vida.

Mientras la otra tumba decía:

Yo viví cada día como si fuera toda una vida, amé a muchas mujeres y algunas me amaron a mí. Gocé del pan y el vino cuando ya no tuve pan ni vino, me gocé del recuerdo del pan y del vino, acepté el sufrimiento al igual que la alegría porque ambas son parte de la vida del hombre. Al final tuve tantos recuerdos que no podía recordarlos todos. Ahora estoy aquí, dicen que muerto. Y me parece la mía muy poca muerte para tanta vida”

Hay en el cementerio de Abrego dos tumbas. Pero una es más tumba que la otra.

Y a ti, ¿cuándo abandones este mundo que clase de tumba te gustaría ser?


Llegó el momento de recibir en casa a quienes se nos adelantaron en el camino, llega noviembre y toca celebrar una de las fiestas más coloridas y esperadas del año, el día de muertos, el olor de esta festividad comienza a sentirse con la presencia de las flores de cempasúchil en los últimos días de septiembre cuando inundan calles, mercados, viveros y casas, despeinadas y con su característico color naranja.

Dicen que a los mexicanos nos gusta hacer bromas por todo y que incluso nos reímos de la muerte pues al final le damos un tono festivo y colorido a esta época recordando a personas que fueron muy importantes en nuestra vida y cuya ausencia pesa, nos lastima el corazón con calaveras que llevan su nombre o esqueletos que ejercen los oficios que realizaban en vida, sin olvidar las tradicionales calaveras literarias con versos jocosos que se componen generalmente para los vivos simulando la llegada de su momento final.

La leyenda dice que los muertos regresan a visitar a su familia y antiguas casas y es por eso que los vivos debemos estar preparados para tan importante visita con una ofrenda que tendrá todos los platillos y bebidas que disfrutaban en vida; no faltan los guisos, antojitos, frutas, cigarros, tequila o cualquier cosa que estuviera en su lista de preferencias, tampoco pueden faltar elementos imprescindibles para que el fallecido encuentre entre la oscuridad el camino de regreso a casa y es que en el altar de muertos que debe tener al menos tres niveles simbolizando cielo, infierno y purgatorio, no pueden faltar velas para alumbrar el camino de las animas, agua por si llegan sedientos, incienso para limpiar el lugar de malos espíritus y el retrato de quienes esperamos regresen esa noche a casa.

A ciencia cierta no sé si de verdad a los mexicanos nos gusta reírnos de la muerte o si todo lo que hacemos en torno a ella es para disminuir un poco al dolor que nos deja la ausencia de quien muere y para de alguna forma entenderla pues lo único que tenemos seguro todos, es que de esta vida nadie sale vivo.

Para el cerebro de los seres humanos son fundamentales los rituales que marcan el fin de la vida de una persona como el funeral, entierro, novenario y levantamiento de cruz porque así con ayuda de estos rituales podremos comenzar a asimilar que el ciclo de una persona ha terminado y comenzar a vivir las etapas del duelo hasta llegar a la aceptación.

Si sabemos que nuestro tiempo en este mundo es finito, resulta inverosímil el no celebrar la vida cuando estamos llenos de ella, es triste no visitar y mostrar afecto o amor a alguna persona cuando esta viva. Paradójicamente quienes vivían en absoluta soledad y abandono, reciben en su funeral a familiares y amigos que nunca tuvieron tiempo para llamarlos o visitarlos mientras estaban vivos y en ese momento se lamentan por que ni siquiera se pudieron despedir y decirles cuánto los querían.

Vivir la vida, disfrutarla y atesorar cada momento bueno o malo sería lo ideal para todos, sin embargo no siempre sucede. Hace años leí en un periódico una historia sobre dos tumbas que estaban en el cementerio de Abrego y decía más o menos así:

“Quienes saben oír lo que dicen las tumbas escuchan estas voces: Yo viví muchos años, pero esos años no los supe vivir. Como viví tan solo para mí no viví bien. Nadie me quiso a lo mejor porque a nadie quise yo. Fui indiferente a todo y por eso mi muerte no significó ninguna diferencia. Ahora estoy aquí muerto del todo. Me parece la mía mucha muerte para tan poca vida.

Mientras la otra tumba decía:

Yo viví cada día como si fuera toda una vida, amé a muchas mujeres y algunas me amaron a mí. Gocé del pan y el vino cuando ya no tuve pan ni vino, me gocé del recuerdo del pan y del vino, acepté el sufrimiento al igual que la alegría porque ambas son parte de la vida del hombre. Al final tuve tantos recuerdos que no podía recordarlos todos. Ahora estoy aquí, dicen que muerto. Y me parece la mía muy poca muerte para tanta vida”

Hay en el cementerio de Abrego dos tumbas. Pero una es más tumba que la otra.

Y a ti, ¿cuándo abandones este mundo que clase de tumba te gustaría ser?